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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Sin corrupción, no hay paraíso

05 de agosto de 2019 - 00:00

¿A qué es lo que llevaría a alguien desear ser Presidente, asambleísta, representante de participación ciudadana, etc.? Si caemos en cuenta, el trabajo de la política, el del servicio a los demás desde una posición de poder, es riesgoso a nivel reputacional. Pero hay algo bueno y es que, quien ejecute cabalmente dicha labor dejará detrás una estela de dignidad.

Se sabe hasta el hartazgo que para poder trabajar por la sociedad no hace falta estar en ningún puesto de poder, solo voluntad. Y ese anhelo demencial de alcanzar el poder ¿de qué se trata? ¿fama o capricho personal?

Barajo dos aspectos negativos de por qué alguien quisiera ocupar un alto cargo político (pensando ingenuamente que son más los positivos): por sed de gloria o por hambre de dinero (mal habido).

Muchos de los que terminan en cargos en el servicio público consideran que trabajar por un puesto, es decir, el “hacer méritos”, viene de haber hecho campañas permanentes, suscribir al movimiento, mandar a elaborar las camisetas o preparar los sánduches.

Solo salen a las calles en épocas de campaña para asegurar un puesto. Esos mismos son los que celebraron que Maduro haya llamado “bazofia” al presidente Moreno… los que hoy no salen a las calles para ver el desastre venezolano y que algunos asumimos como podemos. Pero qué burro podría pensar que el exilio de venezolanos es la solución para Venezuela, ¿para que las remesas sostengan la brutal dictadura?

Están en la casita tuiteando, con foto de corbata y de cuello blanco, calumnias al Gobierno salteando los temas, desentendiéndose a ratos ¿quién les pagará?... ¿Persiguiendo Ministros porque se transportaron en un helicóptero del Estado? cuando el tema álgido es el juicio a las presas gordas del “arroz verde”.

Verdad es que los que están hoy en el poder tienen la gran responsabilidad de ordenar la casa y lo mínimo que se espera es que la falta de creatividad para sanar al país, no sea proporcional a la desfachatez de los sinvergüenzas que ocuparon antes el poder. (O) 

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