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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

Si no tardas mucho…

12 de febrero de 2018 - 00:00

Estos días pululan los chistes acerca del Día del Amor a propósito de que este año coincide con el Miércoles de Ceniza. Y, en pleno carnaval, los memes -dibujos del absurdo- abundan para compensar, acaso, un sentimiento que de tanto nombrarlo -en vano- parece que existe en cualquier parte y en todas las almas. Al comentárselo a alguien y reír un poco sobre la futilidad de nuestros tiempos me sugirió que escribiera algo que superara a un meme, cosa imposible, por supuesto…

Pero como profeso amor y poesía en cada tul que veo y palpo y puedo dar fe de que amar es más valioso que ser amado, recordé aquella frase del escritor Hermann Hesse: “Supe que ser amado no es nada. Que amar, en cambio, es todo”. ¿Cómo es posible que suceda esto aún hoy? El amor no es fácil en la medida en que los humanos somos entidades complejas y los entornos de los seres que se encuentran (¿se besan?) pasan por filtros de sociedades diferentes (cerradas o abiertas); ergo, el amor es un arrebato excepcional. ¿En realidad es así?

Sucede también que el amor es una construcción social. Se ama porque se disfruta la imperfección humana. O cuando se arman, en el camino, celadas para ocultarnos o exponernos. A veces nos impele a amar la certeza de que lo precisamos para resistir el tiempo -corto o largo- y para bregar con los abandonos o las soledades. También se confunde amor con la necesidad de una sombra de compañía o el estupor de vernos en una crisis de silencio. El amor es un charco de desconciertos.

Todo en el amor es revelación, imprecación, locura. Tal vez por eso el Quijote murió cuando recobró la razón… en fin, el amor es real y la alucinación más.

Nada se celebra estos días que no sea la infelicidad del mercado. El amor de adentro se exalta de otras formas: registrando un soplo de gozo; dominando el enigma de la seducción: mirar; ajustando el reloj de Borges: “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”.

Yo me quedo sintiendo la fugacidad eterna de Oscar Wilde: “Si no tardas mucho, te espero toda la vida”. O sea, un miércoles ya de Cuaresma, ceniciento o polvoriento. (O)

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