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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Ser minoría y no morir en el intento

26 de agosto de 2015 - 00:00

“En democracia las mayorías mandan” se salmodia en las esquinas, por cierto, bastante calientes. Es un perverso absolutismo, porque la esencia de la democracia es pensar, igualar, ampliar y disfrutar de unos derechos pactados en un documento político. Una parcialidad de esa esencia son las elecciones populares, siempre ganará un individuo o una colectividad que obtenga la mayor cantidad de aprobaciones, pero eso no sofoca las oportunidades de los menos favorecidos. Elemental, pero necesario.

Ayer y ahora las reclamaciones del movimiento indígena son descalificadas como ‘protestas de una minoría’. Algunas propuestas (etnoeducación, salud, control ambiental) desde el liderazgo afroecuatoriano son asumidas por los funcionarios del Estado como ‘las quejas de una minoría’. Y si calificas como ‘opositor’ serás ‘minoría insignificante’.

Ese ‘ayer’ y ese ‘ahora’, incómodo para quienes gobernaron o gobiernan, debe entenderse por aplicación práctica a ‘derecha’ e ‘izquierda’, no tanto porque sean lo mismo, más bien por percepción étnico-clasista dominante.

Es biopolítica. El concepto fue introducido por Michel Foucault en los medios académicos para politizar los procesos de la vida, un retrato multidimensional del individuo y la prolongación robustecida del poder sobre la diversidad social. Ubicado así, se teoriza sobre el biopoder  ese “conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello que, en la especie humana, constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política […] una estrategia del poder…”. Está en Seguridad, territorio, población, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 15.

El racismo es sustancia ideológica de la política de dominación social, utilizado para la defensa (legítima, sin dudas) de la Revolución Ciudadana o para rechazar amablemente las propuestas afroecuatorianas (son exigencias de la lucha antirracista), aun así debe ser enfrentado. Sadri Khiari, autor del libro Malcolm X, la estrategia de la dignidad negra, habla de las ‘razas sociales’ (en Francia), para nuestro contexto es la colonialidad del poder, o sea el ejercicio cambiante del legado político desde la derrota militar del colonialismo hasta ahora.

Años de pedagogía social racista, en casi todos los espacios educacionales, causan estos equívocos de confundir poblaciones demográficamente minoritarias con minorías políticas. Las primeras tienen un repertorio de derechos, incluidos los consuetudinarios, que no están comprometidos con eventos periódicos (unas elecciones, por ejemplo) que sí tienen las segundas hasta para cambiar esa condición.

La conducción política de la Revolución Ciudadana está obligada a reorganizar aquel discurso de ‘indios buenos o malos’, por ahora con las nacionalidades indígenas, cualquier día podría repetirse con la gente afroecuatoriana. La diferenciación partidista y de tendencias políticas no debería reconfigurar un odioso sujeto opositor, es decir, involucrar la ‘raza’. (O)

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