El caso Yunda confirma que el sistema de justicia es un rehén del poder e influencias, y ratifica la negligencia de un Consejo de la Judicatura ensombrecido por el ego de su presidenta, las trafasías de sus vocales y la vulneración del sistema de sorteos.
Esta semana la señora Maldonado alardeaba en sus redes sociales señalando que “de oficio” se habrían iniciado sumarios administrativos a los jueces Domínguez y Soto; y de la manera más burda pretendía hacer creer que su gestión es eficiente, cuando es claro que Judicatura actuó por la presión ciudadana y que ella mismo exigió en una radio de la capital que presente mi denuncia.
Pero la Presidenta cerró las puertas de su despacho a los ciudadanos, y al más puro estilo de la “década robada”, sus asesores evaluaban los perfiles de quienes demandamos sus respuestas; pero no contenta con eso, dejó plantados a los denunciantes, marchándose en nuestras narices junto a su séquito de guardaespaldas; y finalmente en lugar de sancionar habría premiado al ex director de gestión procesal -responsable único del sistema de sorteos- con un nuevo cargo.
El ego de la señora Maldonado le cuesta al país, pues su gestión contribuye a la desconfianza en la justicia. Judicatura al momento incumple sus funciones, pues desde el 2015 está pendiente la evaluación de jueces de primer nivel, que resuelven en primera instancia los pedidos de la gente.
Judicatura no soluciona problemas estructurales, así el expediente electrónico está en ciernes, muchos ayudantes judiciales actúan como secretarios sin nombramientos y remuneraciones justas, la herramienta gestión judicial electrónica es deficiente, el sistema de atención a víctima de violencia es un fracaso, hemos vuelto a las enormes filas, al “vuelva mañana”, al retraso en despachos y el sistema de citaciones no sirve.
Señora Maldonado, tenga compasión de la gente que clama justicia y póngase a trabajar en lugar de treparse en victorias ajenas.
