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El Telégrafo
Eduardo Jurado

Satisfacedores

13 de abril de 2018 - 00:00

La escuela neoclásica de economía ha tomado el modelo de comportamiento homo economicus para referirse a nosotros como individuos maximizadores, que tenemos buen acceso a la información, y que tomamos decisiones buscando siempre una ganancia personal.

Herbert Simon, Nobel de Economía (1978), por su teoría de la “racionalidad limitada”, demostró que, cuando tomamos decisiones, no siempre llegamos a una solución de manera clara y lineal, sino que, de manera casual, buscamos hechos e información relevante y desistimos cuando nuestro nivel de comprensión alcanza un determinado umbral. Según Simon, nuestra racionalidad es acortada porque no analizamos todas las alternativas ni pensamos en las consecuencias de largo plazo.

Otros dos nobeles de Economía, Daniel Kahneman (2002) y Richard Thaler (2017), que lograron integrar la psicología en la economía, llegaron a conclusiones más realistas sobre cómo tomamos decisiones. Su contribución ha sido determinante para la elaboración de modelos económicos, así como para el diseño de políticas públicas. Respecto a la racionalidad limitada, Thaler añadió que fraccionamos la realidad en compartimentos mentales y terminamos tomando decisiones que no haríamos si observáramos el problema en su totalidad. Esta “contabilidad mental” explica cómo alguien prefiera pagar en cuotas el doble del precio por un electrodoméstico con tal de no usar sus ahorros.

Asimismo, Thaler adicionó dos rasgos a la economía del comportamiento que influyen en nuestras decisiones económicas: la percepción de justicia (o egoísmo limitado) y falta de autocontrol (o fuerza de voluntad limitada). En cuanto a la percepción de justicia, estamos dispuestos a reasignar un beneficio y a asumir un costo si se castiga a quienes violan las reglas. Es lo que percibimos como una distribución justa.

Finalmente, nuestra falta de autocontrol o fuerza de voluntad limitada, conspira contra lo que es mejor en el largo plazo, impulsada por la gratificación inmediata. Por esta razón la política económica basada en objetivos a corto plazo (como el subsidio al gas) es la preferida por los políticos, y no aquellas que plantean objetivos deseables de más largo plazo (como el tratamiento de las aguas negras o el dragado de los ríos).

Somos “satisfacedores” no “maximizadores”. Privilegiamos lo inmediato y tomamos decisiones con información imperfecta. Preferimos soluciones aceptables, pero no las mejores. Votamos a favor de un parque hoy y no por un mejor país después de una década. (O)

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