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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Santa Aleja

27 de julio de 2020 - 00:02

Entre la Coronación Civil y la Coronación Papal encontramos a la Consagración Real. Es decir, cuando el rey es consagrado por la santidad de la Iglesia Católica como el acto de mayor relevancia. O sea, lo que ustedes creen que María Alejandra Muñoz fue a hacer en el núcleo de su culto y que tantas críticas desató entre los adictos a la acupuntura, los yoguis y los seculares conflictuados.

Y sí, hoy vengo a defender la Consagración Real en el seno de su Iglesia de María Alejandra (a quien ni conozco), desde mi postura inquebrantable de ateo.

Primero, creo que en la escuelita no les explicaron bien a qué se refiere aquello del Estado Laico. No, no significa que los gobernantes están prohibidos de profesar una religión o que la lectura de cartas esté prohibida. Estado Laico es aquel donde todos somos libres de creer o no creer, de idolatrar a una cabra, al buen Papa Francisco o a la sagrada Ciencia, pero donde el Estado, como órgano central de administración, debe ser independiente de cualquier organización religiosa.

Por ello, María Alejandra es libre de ir a la Iglesia, entregarse a su dios en cuerpo y alma, rezar cuantos Padres Nuestros le den paz y ello, a ustedes, los críticos de la libertad de culto, no les incumbe. ¿Les afecta que ella profese una religión a su gusto y conveniencia? Entonces háganse ver con un psicoanalista su estreñimiento emocional.

El Estado Laico garantiza que personas como María Alejandra puedan creer lo que quieran creer y me garantiza a mí no creer en lo que ella cree. ¿Entonces qué es lo que debería preocuparles a sus críticos religiosos?

La respuesta es sencilla. Debe importarles que las decisiones de gobernanza que ella tome estén basadas en el método científico y no en la mitología. Por ejemplo, que ante la activación de la alerta roja del Cotopaxi decida el desalojo del Valle de los Chillos y que no procure desactivar el volcán rezando. Debe importarnos que contribuya a la lucha contra el COVID a través de la prevención médica e importación de su vacuna (cuando exista) y que no intente curar el virus con agua bendita. En fin. Debe importarnos que sus decisiones estén libres de estigmas religiosos.

Cuando entro a redes sociales y veo que una gran parte de sus usuarios se escandaliza por una misa y confunde Estado Laico con Estado Ateo, es cuando me da ganas de abandonar mi ateísmo radical y ponerme a rezar por sus tristes almas.

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