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El Telégrafo
Bernd Riegert

G7 en horas bajas

08 de abril de 2019 - 00:00

Las ocho banderas del G7 (sí, en realidad son ocho, no porque haya vuelto Rusia, sino porque la UE se sienta en la mesa) apenas ondean sin viento en la costa de la Bretaña francesa. El grupo de las siete principales naciones industriales de occidente, sin embargo, atraviesa turbulencias. Las opiniones dentro del grupo son demasiado divergentes, incluso en cuestiones políticas relevantes.

Los Estados Unidos del presidente Donald Trump desentonan. El comercio mundial, la protección del clima, la política respecto al Medio Oriente, la contención de Irán, la tributación de las compañías de internet, son solo algunos de los ámbitos en los que Washington se desmarca desde hace dos años de las todavía claras líneas del G7.

La actitud de Trump contra la cooperación multilateral y las organizaciones internacionales se refleja en muchas de las áreas sobre las que los ministros de Asuntos Exteriores del grupo han debatido.

Por primera vez, la declaración tras la reunión preparatoria admite que existen diferencias de opinión irreconciliables, por ejemplo, en el reconocimiento de la anexión israelí de los Altos del Golán. Los Estados Unidos la han aceptado hace poco, los otros seis socios la rechazan. La clara insinuación de los japoneses de que se debe respetar el derecho internacional fue eliminada por los estadounidenses con el argumento de que no está del todo claro que algo como el derecho internacional exista en absoluto.

Pero no son únicamente los EE.UU. quienes ponen cortapisas en todas las cuestiones. El resto de países del G7 también mantienen desacuerdos entre ellos. El Gobierno populista en Italia, por ejemplo, continúa apoyando al presidente Nicolás Maduro en Venezuela y orienta su política económica hacia China. Francia e Italia discuten sobre política de migración y se lanzan mutuamente acusaciones. Los EE.UU y Francia se enfrentan por el impuesto de internet para las corporaciones estadounidenses en Europa. Con el proyecto del gasoducto Nord Stream II se acusa a los alemanes de ser demasiado dependientes de Rusia para proveerse de energía. Los británicos se despiden de la Unión Europea y quieren seguir un camino en el futuro todavía indefinido.

Únicamente se cierta unanimidad sobre el tema de Libia. Pero no es suficiente. (O) Tomado de la DW

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