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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

¿Todo por romper el nacionalismo bobo?

05 de julio de 2018 - 00:00

El problema de la visita de Mike Pence, vicepresidente de EE.UU., a Ecuador no es la bandera gigante colgando de Carondelet, ni las muestras de pleitesía ni el protocolo.

El problema recae en un gobierno que, a falta de un plan político claro, resuelve por regresar a las fórmulas tradicionales sin un gramo de criticismo. José Hernández, de 4pelagatos, reforzó esta posición oficial alabando a Moreno por “romper con el nacionalismo bobo”, al igual que Óscar Montero, de EL TELÉGRAFO, quien describió la visita como “un punto inflexión en la política exterior” de Ecuador. 

El tono pragmático de la posición oficial es cortoplacista e incongruente, no con la ideología del gobierno de turno, sino con nuestra historia y nuestras realidades. EE.UU. es nuestro principal socio comercial, una dependencia que no es sana para una pequeña economía abierta como la nuestra.

Reforzar esta dependencia terminará por convertirnos en el daño colateral del próximo ciclo económico de un solo país. La diversificación de relaciones diplomáticas que buscó el gobierno de Correa, aunque malogradas muchas veces, buscaba eso. Lo cómodo es reforzar las relaciones tradicionales, pero lo cómodo no siempre es lo mejor.  

Porque con el tema económico, también viene anclado el tema de seguridad. Una situación apremiante, pero para la cual se buscan las soluciones de siempre, la militarización de la seguridad, la inversión en violencia y la creación de zonas de guerra. Y es que, en nuestro continente, esa parece ser la única solución que la cooperación con EE.UU. ha brindado. Una solución que ha traído mucha violencia, pero no la misma dosis de seguridad.

Todo esto envuelto en lo que representan Trump y Pence, para la dirección que está tomando la política doméstica e internacional de EE.UU. y cómo nosotros, como país migrante, respondemos a estas políticas. Desde Carondelet no hubo, ni antes ni después de la visita de Pence, un solo comentario sobre la política de su gobierno en la frontera. Sobre la persecución y hostigamiento a migrantes, la separación de familias o sobre niños en jaulas.

Esto sin tomar en cuenta a un presidente que trata a las mujeres como seres inferiores; y un vicepresidente que ha favorecido leyes en contra de la igualdad de derechos para parejas homosexuales, ha luchado por la criminalización del aborto y cree que el calentamiento global es un mito.

El problema, al final, es que la falta de una idea clara para gobernar termina por endosar una política nefasta, mientras el país navega sin un sentido definido y crítico sobre el futuro. Hasta para romper el nacionalismo bobo se necesita un plan. (O)

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