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El Telégrafo
José Velásquez

Yalitza Aparicio y los derechos laborales

25 de febrero de 2019 - 00:00

La Roma de Alfonso Cuarón conquista al mundo. Pero el mundo del personaje de Yalitza Aparicio pasa frente a nuestros ojos de manera inadvertida, como un parpadeo apenas.

Tuvo que aparecer un espejo de la cultura local para que la Suprema Corte de México decida reconocer que las trabajadoras domésticas tienen derecho a la seguridad social. ¿Nos quejamos de nuestros solemnes jueces que liberan delincuentes todas las semanas? Bueno, pues durante 18 años los magistrados mexicanos ignoraron los argumentos del gremio de trabajadoras del hogar. Y un buen día Netflix los hizo entrar en razón.

En nuestro país no fue muy diferente. La Asociación de Trabajadoras Remuneradas del Hogar remó mucho antes de ese 2010, cuando finalmente se dispuso que se pague el salario mínimo, que se afilie al IESS y que se formalice la relación laboral con un contrato.

Y mientras en redes se desangran por saber quién es más feminista o más católico, en el Ecuador real solo uno de cada cuatro trabajadores domésticos (también hay hombres) es tratado como manda la ley. Un estudio de la organización CARE señala que el abuso es cotidiano y que avanza en varias direcciones, con horarios extendidos y patrones acosadores. CARE dice que cuatro de cada cinco reportan haber sufrido algún tipo de agresión, incluida violencia sexual. Me pregunto cuáles serán los oscuros números de violaciones y abortos clandestinos.

En Estados Unidos suelen enumerarse las minorías de una persona para medir tanto la vulnerabilidad como el acceso a oportunidades. En el caso del personaje de Aparicio, sería triple minoría: indígena, mujer y pobre. Eso quiere decir que está tres veces más expuesta a ser discriminada o abusada y que por lo tanto necesita mayor auspicio del sistema.

Ecuador y otros 10 países de la región firmaron en 2013 el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo para formalizar y “dignificar” al empleo doméstico. Pero la OIT señala que todavía casi 14 millones de trabajadoras son explotadas.

No otorgar beneficios de ley a quien tiene llaves de nuestra casa y cuida de nuestros hijos es un acto de deslealtad. A veces el cariño, el respeto y el agradecimiento se demuestran con ese dinero que genera oportunidades. (O)

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