La Cumbre de las Naciones Unidas denominada Río+20, que tenía como objetivo principal impulsar el desarrollo sustentable como alternativa para limitar la contaminación ambiental, finalizó con una sensación generalizada de incumplimiento de las tareas planificadas, comentándose que los anfitriones se debieron emplear a fondo y “hacer buen uso de sus armas diplomáticas para disimular lo mejor posible que no se llegó ni a la mitad de lo que se esperaba” de la indicada cumbre.
La Comunidad Científica mundial (Club de Roma) ha venido advirtiendo las consecuencias de la contaminación ambiental a partir de la década del sesenta y fueron expresadas en el documento: Los límites del crecimiento, (1972). En este informe se presentan las posibles consecuencias desastrosas de la evolución de la población humana sobre la base de la explotación de los recursos naturales.
El concepto de desarrollo sostenible, elaborado por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, se formaliza por primera vez en el informe: Our Common Future (Nuestro futuro común 1987) como: “un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin, al mismo tiempo, exponer a las generaciones futuras a riesgos ambientales y escasez ecológica significativos”.
La definición de la “economía verde” tampoco es reciente, está en el mismo documento anteriormente indicado, en el cual se expresa: “Una economía verde no solo consideraría asuntos financieros, sino que comprendería cuestiones ambientales y hasta espirituales y priorizaría el crecimiento cualitativo sobre el cuantitativo”. Sosteniendo que el cambio climático podría frenarse a través de la utilización de instrumentos de mercado que disminuyan las emisiones de gases de efecto invernadero.
Estos criterios, mezcla sospechosa de asuntos financieros y ambientales, para los países en desarrollo tienen poca claridad y juzgan que nuevamente se estaría repitiendo el modelo del más pobre versus el más rico; y la transacción, basada en la acumulación (precios de mercado), sin tomar en cuenta los otros valores no menos importantes que la naturaleza tiene en pueblos indígenas, sería injusta.
Lo más esperanzador de esta reunión ha sido que los países en su conjunto han aceptado que se debe cambiar
los patrones de consumo y producción para lograr el desarrollo sostenible a nivel mundial.
