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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Religiones de a pie

15 de julio de 2015 - 00:00

Un partido de fútbol de sol a sombra, el filme que se consume con la atención del intelecto, la conversación avivada por la rica oralidad o mirar sin mucho pre-prés religioso la visita de Francisco a los tres países sudamericanos; si todo ello fuera comparable a una taza de café, con sus aromas cimarrones y el sabor no molestado por la dosis de azúcar, sería un delicioso axê. Después de beberlo sorbo a sorbo, disfrutando el sabor del trabajo madrugador de los cultivadores, del acarreo hasta el galpón de acopio, del tostado aromatizador o de la molienda cantarina del grano; este día el líquido esencial es bebido con las mismas sensaciones de aquella etíope primigenia. Francisco dejó instalada para su institución una iglesia de a pie, porque aquel que camina descubre, valora, conoce y reconoce, anima y quiere de corazón. Y pierde esa condición de tente-en-el-aire.

De la geometría adivinatoria de Ifá: “No hay mañana que deje de convertirse en ayer”. Avanzando en evolución elíptica, las religiones tienen puntos de encuentro para hermanarse, por obligación de habitar con comodidad solidaria el planeta y por mejorar la historia humana; si no ocurriera por las estructuras filosóficas de cada una, entonces por necesidad impostergable para prolongar toda vida. La encíclica Laudato si, de Francisco, tumba muros entre las religiones y vuelve todo ese entrevero el mapa de la espiritualidad. Correcto, el mapa no es el territorio, pero lo enseña, el diseño está en la magia del diálogo. No solo la católica, más bien todas las creencias deberían ser de a pie, también su prima hermana, la política. Más aún, quienes ejecutan sus teorizaciones desde arriba.

El capitalismo en su aplicación económica e ideológica es el estorbo supremo para, como están las cosas climáticas, la sobrevivencia de la humanidad. El pueblo griego da una pequeña y gran señal de poder comunitario (vencieron a las tentaciones del estómago), el entrecruzamiento simbólico de la hoz y el martillo recuerda que el trabajo predomina sobre el capital, a pesar de las crucifixiones (¡Muy bien, Evo!); Francisco no anduvo por el cementerio de las ideologías, así quiso la derecha reaccionaria, él se metió en cuerpo y alma a activar, desde cualquier latitud social y cultural, para que “no se desfigure y se destruya la Creación”.

En el proyecto político de las religiones o en el proyecto religioso de las políticas, por sus matices nacionales o locales, la única conclusión válida será competir por preservar la amplitud de la vida en la hermana (o madre) Tierra. Las insufribles prédicas moralistas, las atronadoras condenas al prójimo en parques y espacios públicos y ese flotante agravio del ‘hermano separado’ o del enemigo religioso deberían trasladarse al museo de nuestras idioteces. Al final, mujeres y hombres debemos ser conspiradores solidarios por la biodiversidad total sin importar a quién se reza. La buena fe tiene muchas camisetas y marca en un solo arco. (O)

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