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El Telégrafo
Carla Estefanía Pareja

Las relaciones interpersonales y su rol en la salud mental

28 de enero de 2022 - 00:00

Una relación interpersonal es una conexión, vínculo, enlace, asociación, etc., donde dos o más personas interactúan y forman lazos emocionales de algún tipo. Puede ser en la línea laboral, en la pareja o en el resto de la familia, amistades o personas que conocemos en la calle o de forma virtual. En otras palabras, una relación interpersonal es la proximidad o contacto de cualquier tipo que mantenemos con cualquier ser humano. De estar interacciones podríamos decir que existen las positivas y las negativas. En esta columna mencionaré un poco los efectos secundarios de ambas formas de relacionarse.

 

Embarazo y niñez

Carlos Imaz Roncero y Beatriz Payá González, psiquiatras españoles, participaron en la creación del Informe llamado “Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en la era del COVID-19” y nos indican lo siguiente: “El vínculo sabemos que es un elemento esencial para el desarrollo emocional. Viene determinado desde fases muy tempranas de la vida y condiciona formas de relación y de interacción. En el adulto ya están establecidas, pero en el/la niño/a, según su momento evolutivo y la interacción con sus cuidadores van a ser muy determinantes para su desarrollo emocional.” En este sentido, podemos decir que lo que nos ocurre durante la infancia nos marca de por vida, tanto de formas positivas como negativas. Sigmund Freud se percató que la educación emocional de los hijos no empezaba cuando nacían, sino desde el útero.

 

Cristina Sáez en su artículo “Emociones desde el Útero”, publicado en La Vanguardia, indicó que un equipo de investigadores del Imperial College de Londres, liderado por la psicobióloga Vivette Glover, llevó a cabo un estudio con 14.000 mujeres embarazadas. Fueron monitoreadas durante toda la gestación; se midió su nivel de ansiedad y de estrés. Luego, se estudió durante años a los niños que nacieron. Vieron que el 15% de los hijos de las madres más estresadas y ansiosas tenían el doble de riesgo de padecer déficits de atención e hiperactividad, ansiedad y otros problemas de conducta. Esa tendencia es independiente de las experiencias que tenga la criatura al nacer o de las emociones que comparta con su madre después. Glover afirmó que, además, cuanto más alto es el nivel de cortisol en el líquido amniótico que rodea al niño en la placenta, más bajo es luego el coeficiente intelectual del bebé. “Niveles altos de cortisol afectan a cerebro y al aprendizaje”, indicó la psicobióloga.

 

En Ecuador conocemos que la gran mayoría de las familias vive en la pobreza o extrema pobreza, ciertamente es una razón de estrés no saber si al día siguiente podrán alimentarse, por poner un ejemplo. Asimismo, estamos al tanto de que vivimos en un país violento y machista, esto nos puede dar una pauta para llegar a la conclusión que el estrés desmedido en el embarazo puede darse en cualquier estrato socioeconómico y que los efectos secundarios pueden ser devastadores para las niñas y niños que nacen, así como también para la sociedad en general.

 

La adultez y la salud mental

La OMS (Organización Mundial de la Salud) realizó una publicación en 2019 titulada: “Invertir en Salud Mental”, donde en su introducción el Director General, LEE Jong-wook, es tajante cuando dice “Necesitamos invertir sustancialmente más en salud mental — y debemos hacerlo ahora.”

 

En esta publicación de la OMS encontramos los siguientes puntos detallados que nos muestran la magnitud del problema al no tener salud mental:

 

  • 450 millones de personas sufren de un trastorno mental o de la conducta.
  • Alrededor de 1 millón de personas se suicidan cada año.
  • Cuatro de las 6 causas principales de los años vividos con discapacidad resultan de trastornos neuropsiquiátricos (depresión, trastornos generados por el uso de alcohol, esquizofrenia y trastorno bipolar).
  • Una de cada cuatro familias tiene por lo menos un miembro afectado por un trastorno mental. Los miembros de la familia son frecuentemente los cuidadores primarios de las personas con trastornos mentales. La magnitud de la carga en la familia es difícil de justipreciar, y por eso es frecuentemente ignorada. No obstante, es dable afirmar que el impacto es importante en la calidad de la vida familiar.
  • Amén de los costos de salud y sociales, las personas afectadas por trastornos mentales son víctimas de violaciones de los derechos humanos, estigma y discriminación, dentro y fuera de las instituciones psiquiátricas.
  • Se estima que la carga de los trastornos mentales aumentará de manera significativa en los próximos 20 años.

 

Pero ¿qué es la salud mental? Es la ausencia de trastornos mentales. Y un trastorno mental es una alteración de tipo emocional, cognitivo y/o de comportamiento, en que quedan afectadas las emociones, las motivaciones, las percepciones, incluso la conciencia, la conducta, el aprendizaje, el lenguaje, etc. En resumen, y como lo hemos mencionado previamente, sin salud mental el día a día de las personas podría convertirse en un caos, para nosotras y para quienes nos rodean.

 

¿Qué hacer?

Lo primero es reconocer que la salud mental es en efecto parte esencial de nuestra vida. No solo debemos hacerlo las personas para nuestro cuidado y el de nuestros seres queridos, la deben reconocer los gobiernos para que inyecten presupuesto que incluya a la salud mental y quizás ahí podríamos estar hablando de salud integral.

Por otro lado, quienes tienen las posibilidades y el privilegio de acceder a estos servicios deben acudir a terapia psicológica y psiquiátrica también si el/la profesional de salud mental lo sugiere.

 

La psicología según la RAE es: “1. Parte de la filosofía que trata del alma, sus facultades y operaciones. 2. Ciencia o estudio de la mente y de la conducta en personas o animales”. Es decir, no hay ni una sola razón o criterio “especial” que debamos aprobar o desaprobar para acudir a una consulta psicológica, cualquier persona, TODAS las personas pueden acudir a ella y ciertamente deberíamos.

 

El embarazo y la niñez nos dejan huellas indelebles, en la adultez manifestamos todo lo que nos ha ocurrido de forma inconsciente. “Nos desquitamos” con la vida y sus protagonistas por habernos hecho daño y terminamos hiriendo a quienes más queremos.

 

Rompamos el círculo. Vayamos a terapia.

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