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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Reino Unido: semanas que son décadas

12 de julio de 2016 - 00:00

Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas, decía Lenin. No podría haber una definición más apropiada para resumir los acontecimientos que están interesando el Reino Unido en estos días. Famosa por su acentuado carácter institucional y rutinario, la política británica vive una vuelta de tuerca con desenlaces aún impredecibles. El voto en favor de la salida de la Unión Europea, así como la publicación del reporte Chilcot que ha condenado tajantemente la decisión de Tony Blair de participar en la guerra en Irak en 2003, han desatado unos efectos en cadena aún en desarrollo que prometen modificar muchas de las coordenadas de la política de ese país.

En primer lugar, el voto pro-Brexit ha causado un desaliño en los dos partidos históricos. En el campo de los conservadores, ha suscitado no pocas sorpresas la división entre aquellos que habían apoyado la opción ‘Leave’ y la consecuente renuncia por parte del exalcalde de Londres, Boris Johnson -el que muchos indicaban como potencial sucesor de David Cameron-, en lanzarse al mando de partido. Esto ha permitido que, entre renuncias y eliminaciones en las primeras rondas de la votación, la actual ministra del Interior, Theresa May, se impusiese como la única candidata, lo que la podría catapultar, no solamente a la cabeza del partido, sino al mando del país en cuestión de días. Lo que resulta aún más paradójico es que May había adversado la salida de la Unión Europea, mientras ahora, empujada por la necesidad de aparentar en línea con el voto popular, es la que ha tomado las posturas más radicales con respecto al destino de los millones de nacionales europeos que viven en Reino Unido, insinuando la hipótesis de que podrían ser deportados.

Las dinámicas poselectorales internas al Partido Conservador, así como la renuncia de Nigel Farage como líder del partido nacionalista UKIP, subrayan la irresponsabilidad de aquellos que habían no solamente apoyado el Brexit, sino creado las condiciones de posibilidad para que se celebrase el referéndum. Frente al voto favorable de la población, estos se han echado para atrás casi como si hubiese sido todo un ejercicio oratorio, un mero juego de roles entre enemigos en su burbuja universitaria.

Hasta mientras, el líder laborista Jeremy Corbyn ha sido oficialmente desafiado por la exprimera Secretaria del su gobierno sombra, Ángela Eagle, lo cual desencadenará un nuevo proceso de elección interna. Fuerte del apoyo de la base del partido y de los sindicatos, y galvanizado por la condena moral infligida a su archienemigo interno Tony Blair, Corbyn ha resistido a las presiones del bloque parlamentario laborista. En las últimas semanas, este ha empujado con insistencia para que dimitiese, culpándolo de no haber sostenido con suficiente convencimiento la campaña en favor del ‘Remain’ y de no ser un candidato creíble. La apuesta de los congresistas laboristas yace en una interpretación arbitraria del reglamento interno, por la cual incluso el líder contestado tendría que recolectar un quinto de las firmas de los parlamentarios para ser incluido en la papeleta, lo cual excluiría a Corbyn de la contienda. En los próximos días veremos si prevalecerán los intereses de los parlamentarios, ya parte integrante del stablishment británico, o los de una nueva ola de activistas que han revitalizado la política del Partido Laborista. En este último caso, Corbyn tendrá que considerar la opción de lanzar un proceso de deselección de los parlamentarios de cara a las próximas elecciones generales para poder contar con un bloque más leal y alineado a sus posturas políticas. (O)

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