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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Reflexiones sobre un agosto negro

09 de agosto de 2017 - 00:00

Agosto, el mes, tiene sentido de historia para la negritud americana. No es tiempo materializado para ningún orisha conocido, ni siquiera de Orula, el propietario del Tablero de Ifá; u Oggum, aquel de los hierros de la paz y la guerra.

En agosto de 1781, ocurrió la primera rebelión exitosa de esclavizados en Saint-Domingue (después se llamaría Haití); fue en agosto de 1963 la marcha a Washington, liderada por Martin Luther King Jr. y de la palabra suelta titulada: I have dream; el 5 de agosto de 1820 se cumplió una etapa de las insurgencias cimarronas antiesclavistas del norte de Esmeraldas (y del republicanismo haitiano). Agosto de color verdadero (true color) o de un color liberacionista de más de 150 millones de personas en las Américas.

Hermanas y hermanos decidieron ir a la Plaza Grande a recordarle al presidente Lenín Moreno su compromiso electoral con la aplicación de políticas públicas relacionadas con el Decenio de la Afrodescendencia, capítulo Ecuador. Gobierno de diálogos o de palabra suelta impone una lógica. Hubo comunicaciones por escrito, declaraciones de prensa y ruido mediático: “El 1 de agosto de 2017, Gobierno, estamos de visita comunitaria”.

Es agosto, verano, la palabra está suelta y los oídos dispuestos. Ahí estaban, policías antimotines, verjas de hierro y un ‘no pasarán’, dicho por quienes nos ven para negarnos, invisibilizarnos por costumbre y mucho más, por racismo estructural.

De repente, alguien perdió las blancas escamas y vio otro sujeto histórico caminante, apartó los obstáculos, pero quedó el duro hecho: no se dialoga con gente invisible. El poder suelta, embrida o amarra la palabra dependiendo de su propia visibilidad del escenario intercultural.

Ah, ya, dijeron que eran opositores. Tremenda mentira. Es cierto, la mayoría de la gente afroecuatoriana votó por el entonces candidato L. Moreno (vean la distribución geográfica de los resultados favorables), y están aquellos que prefirieron otra opción. Entonces, ¿castigamos a quienes votamos a favor por considerar a quienes lo hicieron en contra? Bendita cosa, el Decenio no tiene etiqueta partidista y más bien amplia base comunitaria.

¿Diálogo? ¿Palabra suelta? La próxima vez que quieran hablar de Nelson Mandela, Martina Carrillo (esa prócer ancestral de otras marchas a ese mismo lugar) o de Juan García, por Dios, cállense.

Nos sentimos como la amistad a la cual se le cierra la puerta en la cara; aunque después se pretenda una equivocación las dudas fastidian la confianza. Así es. O como el único gusarapo en la jarra de agua cristalina, nadie la beberá por porfiadas suspicacias. Entiéndase, la historicidad de la memoria colectiva tiene como instrumento ético la palabra suelta. O el diálogo, en estos meses leninistas.  

La raza es la clase social y al revés si se entiende la economía política de las Américas y de Ecuador. El Decenio es demanda de reparación a los Estados americanos en tres ejes: reconocimiento, justicia y desarrollo. (O)

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