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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Reelecciones, desesperaciones y equivocaciones

07 de marzo de 2014 - 00:00

Si las elecciones seccionales dejaron una victoria a Alianza PAIS (AP), no tuvo el dulce sabor de años anteriores. Sí, AP sigue siendo, sin duda, la mayor fuerza política del país. Pero ese discurso un tanto ambiguo del Presidente, entre el “ganamos, pero no ganamos”, y las reprimendas públicas (que seguramente fueron acompañadas por reprimendas privadas) a la élite política dentro del buró de AP, hacen palpable los destellos de incomodidad ante el futuro que le espera a la Revolución Ciudadana. Y como respuesta a toda esta incertidumbre, la idea, cada vez más real, de una enmienda constitucional que permita una tercera reelección del presidente Correa.

Es un territorio pantanoso. Un área gris que desafía las propias críticas del Presidente hacia el alcalde Nebot. Sus críticas hacia Álvaro Uribe. Su decisión de no ser un Febres-Cordero más. Esa necesidad de dejar que las nuevas generaciones florezcan. La visión de un proyecto no personalizado, aquello de “todos somos necesarios, pero ninguno imprescindible”.

Si el bloque de Alianza PAIS llegara a apoyar una posible reelección en  2017, demostrará que peca de lo que condena.A pesar de la serie de críticas que se pueden hacer al criterio del Presidente y sus decisiones políticas, es innegable la capacidad que ha tenido para afectar positivamente a una masa históricamente olvidada. Sus niveles de aceptación no son gratuitos. Tampoco su respaldo en las urnas. Probablemente, de lanzarse de nuevo en 2017, el presidente Correa ganaría. Pero eso derrota el principio básico de la Revolución. Esa idea de constante movimiento y cambio perpetuo. Esa noción de empoderar a las nuevas generaciones, de crear un movimiento horizontal. De un proceso que no se pueda derrumbar por la falta del individuo, sino que crezca en lo colectivo.

Plantearse una tercera (cuarta) reelección desnuda las preocupaciones de un movimiento político que teme no poder sobrevivir sin su líder. Una revolución que cuestiona su capacidad de trascendencia ante el primer revés y la posibilidad de que, como en toda revolución, existan aquellos que busquen regresar al statu quo.

Una revolución que se olvidó de que las verdaderas no son tranquilas, pacíficas obras de beneficencia, parafraseando a Silvio Rodríguez.

El hecho de que el liderazgo se concentre en una sola persona es un problema del movimiento. Y por ese problema interno no se puede abusar de su poder legislativo para tapar los baches que han dejado su propia ineficiencia y deterioro político.

Si el bloque de AP llegara a apoyar una posible reelección en  2017, demostrará que peca de lo que condena. Demostrará que el presidente Correa es un gran líder, que AP es una ficción, y que la Revolución Ciudadana fue un eslogan.

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