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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

Reconocer

15 de noviembre de 2021 - 00:05

Sí, es justo, necesario y es un acto de humildad. Y es lo que hoy corresponde hacer a nuestros representantes, comenzando por el propio presidente de la República del Ecuador, Don Guillermo Lasso. Antes de permitirme precisar, es propicio aclarar: a) una vez más agradezco a la Dirección de El Telégrafo por respetar en todo momento y promover la libertad de expresión y opinión, lo cual representa el espíritu de toda nación democrática que cuenta con medios públicos, y que en muchas ocasiones es la tara del sector privado: permitir y estimular las ideas, aunque las mismas realicen observaciones o señalamientos al accionar de nuestros gobernantes, en cualquier nivel; b) recuerdo que el ex presidente Lenín Moreno decía una y otra vez (aunque todo quedó en retórica): las críticas principalmente de la prensa, de las y los columnistas y de la academia son vistas como mis asesores gratuitos; y, c) tengo en mi memoria las palabras del ex presidente Rafael Correa, cuando en entrevista pública le preguntaron por qué nombra a sus amigos en los cargos públicos de alto nivel: “bueno, porque son mis amigos… qué quiere que ponga a mis enemigos”.

Procedo, entonces: presidente Guillermo Lasso, luego de los hechos -una vez más- ocurridos el fin de semana en la Penitenciaría del Litoral, en Guayaquil, la situación es más que crítica. Con absoluto respeto, presidente Lasso, me permito decirle, tal vez si a usted no se lo han manifestado, o se lo han omitido: ya no solamente son las personas encarceladas las que viven bajo condiciones de incertidumbre, abrazadas por la tristeza, quizá resignadas a que ese lugar sea su última parada terrenal, y abandonadas a “la buena de Dios”, sino también sus deudos, sus familiares, quienes están sufriendo al igual que sus familiares privados de la libertad aunque paradójicamente no están dentro de 3 paredes y una reja: los minutos transcurren y lo que la prensa y las redes sociales transmiten de ellos no es para nada alentador: no tenemos información, a más de 40 horas; los presos están olvidados; quienes colaboran con el presidente Lasso “no han hecho nada”. La consecuencia de todo lo ocurrido conduce, presidente Lasso, a que usted reconozca que algunas de las personas que usted en su legítimo derecho encargó tareas para ejecutar su Plan de Gobierno le han fallado, no han respondido a la tarea pública patriótica… pero más que eso, aquellas y aquellos colaboradores suyos de los cuales aquí me refiero nos han decepcionado, nos han defraudado y los “frutos” que han cosechado, si es que los hay, no han respondido a las expectativas del pueblo ecuatoriano. De hecho, creo que las omisiones de cierto personal suyo son las que hoy preocupan, inquietan… indignan.

Presidente Lasso, como “algo sé” de ciencia política, puedo comprender que, tal como lo aseveró en su momento el expresidente Correa, usted haya optado (como todo(a) gobernante lo haría) por rodearse de personas que conoce, que confía, a las que usted está unido por lazos de amistad. Sin embargo, las circunstancias actuales lo empujan a usted adoptar la cultura americana, pero extrapolándola al entorno de la administración pública: si una persona no le está ayudando a mejorar el bienestar de los conciudadanos, lo que compete es decirle: “muchas gracias, por favor dé un paso al costado”. Esto no se trata de subjetividades. No se trata de que quienes creemos que hay colaboradoras y colaboradores suyos que deben retirarse por dignidad ante el insatisfactorio y hasta ausente paso que tienen por el aparato público, somos “de la oposición”, o “adversarios políticos”. No, presidente Lasso. Tampoco se trata de que quienes somos categóricos en señalar la incorrecta y para nada gloriosa gestión de uno o varios de sus subalternas o subalternos lo hacemos porque nos mueve el resentimiento al no estar en ese lugar, o porque no fuimos llamados por usted, dado que en lugar de estar prestando nuestro contingente en campana electoral (lo cual es legal y refleja lo sano de apostar y de creer en un proyecto político) estuvimos y estamos en el sector informal buscando, día a día, llevar “la papa” a la mesa. Sí, se trata de que existimos quienes nos hemos (como decía mi profesor de Geopolítica, en la secundaria) “sacado la Madonna” en las aulas universitarias, tenemos humilde recorrido público y privado, y vemos con absoluta sorpresa como varios de sus colaboradores le conducen al error, sea por que desconocen o por su escasa experiencia en la gestión de “lo público”, o le están dibujando una realidad que no corresponde a la que vive el país al guiarle desde la adulación y no desde la rigurosidad y la cruda verdad. ¿Queremos justificación de lo que estoy indicando? Bueno, los resultados en materia de seguridad ciudadana y de conducción del sistema carcelario y de rehabilitación social. Esos resultados están ahí. ¿Hay certeza de que sean los mejores? ¿Cree usted que, si duda de que hayan sido los mejores, sean los que al menos se necesitaba tener, o los que usted y la ciudadanía esperaba? Tan solo son preguntas.

Presidente Lasso, usted es un hombre creyente, y yo también. La doctrina social de la Iglesia impulsa que el actuar debe enmarcarse bajo principios como la misericordia y la justicia: misericordia para con quienes “se les confió mucho” y ni siquiera “colocaron lo confiado en el Banco para que rinda intereses” (como la parábola de los talentos). Sí, misericordia, pero justicia también, y aquello implica decirles a quienes corresponda: “renuncien”. De ninguna manera pienso que usted deba renunciar. Yo como el que más, pro DD.HH., considero que usted debe culminar su periodo de gobierno. Pero también considero que es momento de actuar, y ello implica corregir; corregir atado, presidente Lasso, a que usted incluya y considere, como reemplazo de los potenciales salientes, a quienes tenemos “know how”, a quienes quizá su equipo más cercano nos tilda como “críticos”, “incómodos”, o “que queremos algo para no andar fastidiando y criticando todo”. El demócrata, el estadista, va más allá de las críticas o de “lo duro” que una persona sea para con las acciones u omisiones de un gobierno: mira su expediente, su carpeta… Actúa como Jeff Bezos para contratar: si tiene aspiraciones de cambiar para bien, contratada(o). Hágalo por el bien del país.

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