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El Telégrafo
Cecilia Velasco

La basura

29 de septiembre de 2018 - 00:00

Son las dos de la tarde y aunque septiembre no es el mes más ardiente de Guayaquil, los 30 grados de húmeda temperatura se hacen sentir. A dos cuadras del Malecón 2000, uno de los sectores más visitados por propios y extraños, alrededor de diez fundas de plástico negras yacentes junto a un pequeño tacho de basura exhalan hedor. Además de la basura que rebosa, manchas de grasa ensucian la vereda.

En otro sector, al sudeste, la compañía contratada por el Municipio para mantener limpio uno de los esteros, batalla con las 700 toneladas de basura que al mes produce la ciudad. Hasta 2014, eran 360. Las aguas de los estuarios han cambiado del tono verdoso al oscuro, producto de sustancias químicas y descargas de agua no tratada. Guayaquil, que tiene los ríos entre sus encantos principales, se enfrenta a la responsabilidad grave de mantenerlos limpios.

Luce sucia la zona céntrica de la ciudad, a pesar de ser el lugar de vida y tránsito cotidiano de multitudes y sede de edificios de la administración pública, bancos y hoteles emblemáticos.

Una nota de julio de 2017 del periódico digital GK City analizaba el problema de la basura en Guayaquil: deficiente recolección, procesamiento y reciclaje de las más de 4.000 toneladas diarias de residuos sólidos. Según este reportaje, las zonas residenciales de clase media y alta gozan de un mejor servicio de recolección que el de las zonas deprimidas del Sur.

GK City proponía una medida de mejora concreta: la instalación de grandes contenedores de basura de carga lateral que son vaciados mecánicamente por vehículos, populares en varias ciudades del mundo.

El reciclaje está en manos de los chamberos, gente que, sin ninguna protección, se dedica al reciclaje informal. Se los ve por la caliente Guayaquil abriendo las bolsas negras o hurgando entre los pequeños tachos rebosantes de desechos.

Los próximos meses de mayor calor hacen esperar olores fétidos. Los guayaquileños merecen disfrutar de sus calles vibrantes y de unos esteros que los hagan sentirse orgullosos. (O)

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