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El Telégrafo
Sergio Kiernan

La fantasía de ignorar al otro

30 de noviembre de 2018 - 00:00

Apartheid es la palabra más difundida de una lengua que hablan pocos, el afrikaans, idioma de la tribu blanca de Sudáfrica. Y se difundió porque define una tecnología social, una manera de reprimir. Es igual que nuestra palabra “desaparecido”, usada en chino y en inglés porque engloba lo siniestro de una manera de matar mañera, cruel.

El significado literal de apartheid es nada más que separación. La fama le vino en los 50, cuando los nacionalistas que tomaron el poder en 1949 comenzaron dos tareas: liquidar toda conexión con los odiados ingleses y mantener a los negros en su lugar. Lo primero fue fácil, con la proclamación de una república y la salida del Commonwealth. Lo segundo fue dañino, largo y al final inútil.

La Sudáfrica tradicional era de un racismo paternalista, en la que cada uno conocía su lugar y se quedaba ahí. Era un país rural, de a caballo, con ciudades pequeñas y simples. Como los boers eran pocos, grandes territorios eran reinos africanos autónomos en los que nadie se metía.

En las tierras que los blancos sí habían tomado, los nativos eran mano de obra o gente que vivía de prestado hasta que hubiera que echarlos. El nativo “integrado” era el que hablaba afrikaans, usaba pantalones, saludaba con un humilde “baas” -jefe- y no pedía salarios.

En 1949 el sistema estalló. Sudáfrica era una sociedad que se industrializaba, donde ya no había tierra que no se usara, urbanizada, con autos y crímenes. Los blancos vivían rodeados de negros, superados por los negros. Con lo que se pasó un sistema de leyes draconiano y simple: nada de matrimonios mixtos, nada de sexo entre razas, nada de barrios multirraciales.

Las calles estaban abiertas de  06:00 a 18:00, cuando sonaban sirenas y el que estuviera en el barrio equivocado iba preso. La idea era que las razas se encontraran solo como patrones y empleados, señoras y sirvientas. Que jamás se conocieran, que no se tomaran un trago ni se contaran un chiste.

El resultado: una ceguera notable, de una sociedad donde tantos ni miraban a los demás. El apartheid funciona así por acá también, entre blancos no tan blancos y marrones no tan negros. Son construcciones para no ver al otro, no oírlo, no entenderlo. (O)

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