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El Telégrafo

¿Quién es culpable?

30 de julio de 2011 - 00:00

Hay conmoción en el mundo por la violencia. En Noruega, 76 muertos, adolescentes en su mayoría, en un atentado perpetrado por un fanático. Entre tanto, continúan con la bendición de la ONU los bombardeos a Libia, en una nueva escalada que se anuncia no respetará hospitales ni viviendas civiles, donde la OTAN -de la que forma parte Noruega-   supone que Kadafi guarda armamentos.

Las preguntas que surgen son varias: ¿Cómo puede existir una persona con la mentalidad de Breivik en uno de los países más desarrollados del mundo? ¿El “huevo de la serpiente” se incubó solo en Noruega o están otros por reventar?

A la hora de establecer responsabilidades se menciona la lentitud de la institución policial del país escandinavo en procesar debidamente los datos que tenía y su demora en acudir a la isla de Utoya.

Es evidente que en este y otros casos, las autoridades han sido renuentes en seguir la pista de los brotes racistas que surgen también en Alemania, Inglaterra, Italia y España. Los inmigrantes son objeto de un solapado y a veces abierto rechazo que llega hasta el crimen. Hay una reconocida discriminación en las oportunidades de empleo, sobre todo a partir de la acentuación de la crisis actual que sacude al mundo. La desesperación busca culpables y los halla en los distintos, por piel, religión o costumbres.

El asesino noruego se declaró antimusulmán y antimarxista. Se considera un cruzado que impedirá con su acción que Europa abra las puertas al Islam y se ve reivindicado por la posteridad, pero no está loco como su defensor aduce. Su comportamiento corresponde a una lógica nazi-fascista que el mundo ya conoció, no solo en Alemania.

En el sistema hay un abierto culto a la guerra que el complejo militar-industrial impone con crecientes presupuestos. La ideología se difunde a través de los medios de comunicación, incluido el cine. Bajo distintos títulos se exalta al “exterminador” que salva al mundo de los “extraños”, a quienes se elimina en forma masiva, pues no son seres semejantes al protagonista.

Si se mata a miles de “diferentes” en Irak, Afganistán, Libia, Breivik pudo pensar: ¿Por qué no en Noruega?  Su propósito, logrado a medias, era acabar con los futuros cuadros políticos de centro izquierda -extrema para él- de su país.

Cuando Rosa Luxemburgo clamaba: “Socialismo o barbarie”, avizoraba el torrente de sangre a verterse por acción de los Breivik del futuro.

Hoy la disyuntiva es más dramática: cambio del sistema o fin de la especie humana.

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