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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

“Quesfs”, griegos hemos sido

26 de noviembre de 2019 - 00:00

Repetiré hasta la saciedad: por su forma de pronunciar el español, los hispanohablantes nos dividimos en gente de tierras altas y gente de tierras bajas. Y nos diferenciamos en la comida. Los de tierras bajas se comen las consonantes. Los de tierras altas nos comemos las vocales. En Manabí comen “pe’cado”, en Quito lo cometemos. Nos reímos cuando a las 11:00 un costeño dice “Sonlajonce” (parece el nombre del vicepresidente), pero los costeños se ríen cuando a las 16:15 decimos “Yastádirns, cuatricartasidofs”. Cuando era niño, recién llegado de Estados Unidos, mi abuelita me llevó al mercado de Santa Clara en Quito. A pesar de que mi lengua nativa es el español, no entendí a un vendedor. Yo le oía “Mistress” que es “amante” en inglés. No puede ser, pensé. Hasta que mi abuelita me explicó: “Vende ma-ce-te-ros”. El hombre se comió al menos dos vocales. Eso de comerse vocales y de arrastrar la R (hacerla sibilante, como la S) no tiene nada que ver con las lenguas indígenas. Los dos fenómenos se dan en casi todas las tierras altas donde se habla español. Un rasgo del habla quiteña que sí es un préstamo del quichua es la F labial, similar a la PH griega. En español estándar la F es dentilabial, se pronuncia frotando el labio inferior contra los dientes superiores. En quichua, como en griego, la F es labial. Por ejemplo, “sophía” es sabiduría en griego y “fukuna” es soplar en quichua. Tanto la PH griega como la F quichua se pronuncian como bilabial (como la P, pero sin topar los labios). En el dialecto quiteño (casi toda la Sierra ecuatoriana, en este caso), pronunciamos una F labial. Al decir “fuego”, soplamos entre los labios. De ahí a asimilar la P a la F hay apenas un paso. Esa característica, más la tendencia a comernos las vocales, nos lleva a pronunciar “¿Qué es, pues?” como “Quesfs”. “De leyfs”. Llevada al extremo, la pronunciación floja de esa F labial se convierte en J. Si se quema la casa, gritamos “Juego” (fuego) y si no queremos a alguien, decimos “Juera” (fuera). (O)

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