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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

“Progresismo moderno”, ni izquierda ni derecha

08 de agosto de 2018 - 00:00

Los más avispados quedaron sorprendidos: “Progresismo moderno”, se dijo. Muchos quedaron en silencio, preguntándose: ¿Y qué mismo será esto? Según algunos, nada de eso existe. Bueno, vale saber que hay una interesante bibliografía al respecto a lo largo y ancho del siglo XIX y XX. Incluso la Teología de la Liberación discutió sobre el progresismo. En el siglo XIX el progresismo fue ese intento de hacer modernas las sociedades.

Servía de pretexto para que el más acérrimo curuchupa aparezca como modernista, es decir, de ideas brillantes, innovadoras y atrevidas. El que antepone los intereses de las mayorías a los intereses propios, que invoca la libertad individual como valor sagrado: el Santo Grial de las fuerzas misteriosas del universo. Entonces, hasta los más conservadores terminaban siendo “ideológicamente” progresistas. Graciosamente se los conocía como los “católicos liberales”, es decir, la santa madre de las contradicciones teológicas, políticas, físicas y químicas.

Ese encubrimiento conservador en lo liberal y lo liberal en lo conservador, bajo el progresismo, permitía que las castas, estamentos, puedan reproducirse pulcramente en los recónditos espacios del Estado en disputa, entonces, el progresismo lo que sí no era es ser socialista, porque era su enemigo acérrimo, ya que significaba tomar posición respecto a si la sociedad debía ser reformada o revolucionada. Por supuesto, no había duda de que la reforma era el máximo altar de las buenas costumbres de la época. Ser moderno en lo antimoderno.

Un Estado laico por definición, pero eso sí con el curita sentado en la primera fila en los cambios de mando presidencial. Un progresismo moderno no es ni de izquierda ni de derecha, ¿para qué?, si hay que ser “pragmáticos”, hacer negocios con quien sea, aunque la dolarización se la lleve el diablo o el principio de incertidumbre. ¿Para qué la izquierda?, si con la derecha se firma lo que se tenga que firmar. Ahora falta un Partido Progresista, como el que se fundó en 1889: “La sociedad del término medio” le decían; y tuvo acogida electoral, porque todo en él podía calzar. En el siglo XX, recordemos la Tercera Vía, ese liberalismo progresista que bien sabía asumir la llamada “economía social de mercado” de los “socialcristianos” en un solo cuerpo: neoconservadurismo y neoliberalismo juntos: Incestus. ¡La historia sí lo sabe! (O) 

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