La mayoría de peleas entre adolescentes y sus padres se dan porque los adultos invaden su privacidad (según la versión del adolescente). Y cada vez que escucho estas historias no puedo evitar pensar si la privacidad es, en efecto, un derecho fundamental con el que nacemos en su totalidad. Me refiero a la parte de la privacidad en que los humanos podemos hacer lo que se nos venga en gana sin que ciertas personas se enteren (definición abstracta de privacidad en la cabeza de un adolescente).
Cuando un padre o una madre orgullosos publican en una red social la foto de su bebé desnudo, o simplemente publica información sobre experiencias o sentimientos de sus hijos menores de edad, ¿están invadiendo su privacidad o están siendo irresponsables? Tal vez las dos cosas. Cuando un cuidador desea saber qué tipo de información están intercambiando sus hijos en el mundo de internet, ¿está invadiendo la privacidad o está siendo responsable? Tal vez las dos cosas.
Si somos infantes, debemos confiar ciegamente en que los adultos a nuestro alrededor van a proteger y respetar nuestro derecho fundamental a la privacidad. Mientras vamos creciendo, durante la niñez y la adolescencia, debemos ser responsables para ganarnos la confianza de nuestros padres para “obtener” el derecho de la privacidad. Cuando somos adultos, somos los únicos responsables de cómo manejamos nuestra privacidad en el mundo real y el mundo virtual.
Entonces la privacidad puede ser interpretada de manera subjetiva (como lo hacen la mayoría de adolescentes y sus padres). Pero hay que tener claro, entonces, que una cosa es respetar la privacidad y otra dar rienda suelta a personas que, aunque la pidan a gritos (literalmente), no saben ni cómo manejarla. También hay que tener claro que una cosa es velar por la seguridad de los nuestros y otra es querer controlar todo basados en la desconfianza.
La privacidad es un derecho fundamental del ser humano, pero cada favorecido tiene que manejarla con responsabilidad. (O)
