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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

El presidente de mis sueños

06 de enero de 2020 - 00:00

Cada uno sueña con un presidente hecho a su imagen y semejanza.

Quien aspira a una vida sin sobresaltos, con horario fijo, sueldo fijo, estabilidad laboral, vacaciones, viviendo bajo las ideas, creatividad y horario fluctuante de un empresario, necesita un presidente populista, de mano temblorosa, regulador, que subsidie los servicios básicos para que usted no pase apuros y que limite el crecimiento del empresario con impuestos progresivos, pero sin sofocarlo, porque si el empresario no genera empleo, el presidente pierde los votos del pueblo.

Quien aspira crecer económica y socialmente, sin limitaciones, sin importar el precio de cuántas cabezas deba pisar, porque sabe que es mejor que el prójimo y que en esta vida debe premiarse el trabajo y no la limosna, necesita un presidente títere de los empresarios, que se sienta sólido si los inversionistas hacen crecer al país y aportan a su propia campaña para convencer al pueblo que si su vecino come, ellos también un día comerán.

Quien aspira a causar misericordia, no estudiar, no prepararse, trabajar lo mínimo posible, tener derechos laborales inmerecidos, necesita un presidente paternalista, que saquee la riqueza de quienes generan empleo, que sí estudian, sí se preparan, quienes son los mejores entre sus pares, para sangrarlos y luego regar por goteo una riqueza inmerecida.

Yo prefiero tener un presidente invisible, que no me haga notar que está ahí, cuya imagen no aparezca cuando por mi propio esfuerzo genero riqueza o por mis errores genero pobreza (propia); aspiro poder crecer sin dañar y por lo mismo un presidente que le parezca tan justo el progreso individual, que no deba drenar mi trabajo por ideas colectivas. Aspiro un presidente al que no deba recordar cuando puedo caminar por calles libres de delincuencia, lo que quiere decir que no debo reclamar a presidente alguno por mi inseguridad.

El presidente de cada uno dependerá de si ves a las vacaciones como un derecho o como un privilegio, al trabajo como sustento o como superación, a los horarios como aire o como apnea, al éxito como una perversión o como una meta, a los subsidios como una inversión o como despilfarro. Es decir, todo depende, prima facie, de tu lugar: eres de los que exigen empleo o de los que lo inventan y no necesitas que nadie te lo ponga al frente. (O)

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