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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

¿Por qué votamos como votamos?

04 de marzo de 2016 - 00:00

Todos están en campaña. Algunos abiertamente, otros maniobrándola con sus funciones públicas. Entre ‘revolucionarios’ se acusan por no serlo (estilo Oswaldo Larriva y Betty Carrillo en la Asamblea). Entre ‘no revolucionarios’ se acusan de no haberlo sido siempre (estilo toda la oposición y Ramiro González). Pero al final del día, todos están hablando para la tribuna. Podría argumentarse que un político siempre está hablando para la tribuna, pero demos el beneficio de la duda y asumamos que la campaña comienza apenas un año antes de las elecciones (a menos que seas Guillermo Lasso, en cuyo caso tu campaña comenzó hace como cinco años). Todos parecen tener un ojo en las encuestas y el otro en la mejor manera de esbozar un mensaje que refleje las preocupaciones de los ciudadanos.  En ese sentido, no son suficientes las encuestas para los presidenciables. También son relevantes las encuestas donde se explicitan las preocupaciones de los ciudadanos. Tanto Opinión Pública, Perfiles de Opinión y Cedatos coinciden en que la ciudadanía tiene una percepción más pesimista para el futuro, la primera vez que esto sucede desde que Correa asumió la Presidencia. Y esto parece ser una consecuencia de las preocupaciones principales: mala economía y desempleo, un reflejo de la situación económica del país.

En un nota de El Comercio, Byron Villacís, exdirector del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), sugirió que en este escenario la posibilidad de un discurso populista, que busca aprovecharse de estas vulnerabilidades, es más alta. “Nos ofrecerán el oro y el moro”. Y resulta la reacción lógica. Pero esa reacción lógica del candidato no necesariamente es un reflejo de la motivación del votante al momento de decidirse por un candidato (o por un partido). ¿Por quién votamos? Y, más relevante aún, ¿por qué votamos por esa persona/partido?  Lo más ‘racional’, en el sentido más académico de la palabra, es que votemos económicamente. Es decir, que la inflación y el desempleo afecten nuestro voto. Mientras más alta la inflación y el desempleo, menos probable será nuestra predisposición por votar por el partido del Gobierno. Pero hay excepciones. Susan Stokes mostró que una reducción en el desempleo y el aumento del salario real estaban relacionados con el declive en popularidad en el primer período de Fujimori. Según Stokes, la evidencia sugería que los limeños tenían ‘posturas intemporales’, que mejoras en el corto plazo vendrían con costos a largo plazo.

Pero la dimensión económica tiene sus particularidades. ¿Somos egotrópicos? Es decir, ¿valoramos nuestra condición personal por sobre nuestra percepción macroeconómica del país en general? ¿O somos sociotrópicos? Es decir, ¿valoramos nuestra percepción macroeconómica del país en general por sobre nuestra condición personal?

Por lo contrario, podemos estar firmemente identificados con un partido. Es decir, pese a las limitaciones, contradicciones y fallos del partido, alguien que se identifica con Alianza PAIS, irremediablemente votará por Alianza PAIS, así el país se esté cayendo a pedazos. O a lo mejor, y esto es lo más probable, somos una mezcla de algunos elementos. Somos ideológicos en ciertos contextos, o los ideólogos votan de manera diferente de aquellos que no lo son. Votamos pensando en función de nuestro estado personal, pero también en función del estado general del país. Analizamos nuestra situación actual, y también analizamos el futuro, y cada uno lo valora de manera diferente. En fin, como parte de ese ‘pequeño género humano’, tenemos nuestras particularidades. A lo mejor el candidato ganador es aquel que sepa identificarlas desde las bases, y no aquel que quiera imponerlas desde la élite. (O)

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