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El Telégrafo
Eduardo Jurado

Poder de coacción

27 de abril de 2018 - 00:00

La autoridad es el ejercicio del poder del alguien sobre otro y quien la ejerce está investido de legitimidad para ser social y jurídicamente aceptado. El poder consiste en la capacidad de ese alguien para inducir o influir en las acciones de los demás. Sin embargo, el ejercicio del poder podría no ser siempre necesariamente legítimo.

La política tiene, como exclusivo sujeto, el poder. Quienes participan en la política necesitan y quieren tomar el poder, es decir, la autoridad para imponer un cambio en beneficio de la sociedad.

El poder legítimo se refiere al poder que ostenta el político, al que le ha sido otorgado, debido a la posición relativa que ostenta dentro de la estructura político-social. El buen funcionamiento de la sociedad y de la economía asegura la efectividad de ese tipo de poder. Legitimado, este poder confiere a quien lo ejerce una autoridad delegada, formal y temporal. Estos tres aspectos de la autoridad son fundamentales para una buena gobernabilidad.

El poder de coacción es otra forma de poder, que se origina en el deseo de obtener recompensas o en el temor a perderlas, por parte de quienes se someten a él. Es el miedo y no el buen funcionamiento de la sociedad y de la economía lo que asegura la efectividad de ese tipo de poder. En el largo plazo, este tipo de poder tiende a ser la forma menos efectiva de todas, al generar frustración, cansancio, animosidad y resistencia. Quienes no se someten, desertan o emigran. Esto es lo que se ha visto en Cuba, Venezuela y, más recientemente, en Nicaragua.

Dr. Mark J. Perry, académico y profesor de economía y finanzas en la Universidad de Michigan, en una publicación del American Enterprise Institute, manifestó que el socialismo promete igualdad, progreso y seguridad, pero que funciona como un esquema Ponzi. Inicialmente es un modelo de éxito, pero finalmente se derrumba porque no es coherente con los principios fundamentales de la conducta humana. La intervención del Estado es la ilusión del éxito, que se convierte en un atractivo para los ciudadanos. Al poco tiempo, este sistema necesita hacer uso del poder de coacción porque comienza a generar frustración, cansancio, animosidad y resistencia.

“Renuncia a un poco de tu libertad y te daré un poco más de seguridad”. La experiencia de este siglo nos ha demostrado que el trato es tentador, pero al final, terminamos perdiendo, tanto nuestra libertad como nuestra seguridad. El poder de coacción solo beneficia al que lo detenta y no es siempre legítimo. (O)

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