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El Telégrafo
Esteban Ávila

Pervis, el chivo expiatorio

16 de octubre de 2021 - 22:28

El fútbol ecuatoriano tiene la costumbre de buscar chivos expiatorios. El chivo expiatorio, también llamado cabeza de turco, debe cumplir con la función de ponerle su nombre y apellido a todas las tragedias y desgracias que le sucedan a su equipo. Ayuda a simplificar, a extremos de indigencia, el análisis. "XX falló y tiene la culpa de la derrota", se dice y medios y redes sociales amplifican este discurso.

Hay chivos expiatorios famosos. Giovanny Ibarra fue uno de los mejores arqueros del fútbol ecuatoriano, pero a él se le endosó el recordado gol de Juan Sebastián Verón y ya, esa caída 0-2 con Argentina lleva su nombre y apellido. Sus méritos anteriores y posteriores no importaron. Obvio que fallaba, pero no al nivel que la caja de resonancia sugería.

No me olvido de Evelio Ordóñez, acaso uno de los futbolistas peor tratados de la historia, impactado salvajemente por el racismo. Sus marcas goleadoras están ahí, para todo aquel que quiera verlas. Siempre fue un hombre peligroso para las defensas rivales, garantía de fortaleza ofensiva, buen cabezazo y definición acertada. No, no fue Agustín Delgado, nadie está diciendo eso. Pero sus fallos, los de cualquier hombre de área, fueron llevados hasta el nivel de parodia.

Hoy, el fútbol ecuatoriano tiene un nuevo chivo expiatorio: Pervis Estupiñán. 23 años, desde los 18 en el fútbol europeo. Su carrera ha ido en ascenso constante, porque empezó en la categoría B del Granada, luego llegó al equipo principal de este mismo club. En el Almería y en el Osasuna militó en el ascenso y hoy, en el Villarreal, campeón de la Uefa Europa League. pelea planos más estelares.

Pero según las reses (sí, "reses", no redes) sociales, Pervis es poco menos que un paquete. Encarna al jugador sin méritos para actuar en la Selección Nacional, favorecido por cien conspiraciones y leyendas urbanas. Fue nominado como el mejor lateral izquierdo de la Copa América y las reses no cabían de indignación. Más indignados se pusieron cuando se supo que esa elección partió de un comité técnico formado por gente como Pacho Maturana o Gerardo Pelusso. Se lo hubieran perdonado si la elección era hecha por tuiteros.

Luego, en la eliminatoria, su rendimiento ha venido manteniendo el mismo nivel de visibilidad y crecimiento que debería enorgullecer y no molestar. Detalles de su recorrido hay varios, como ese partido con Uruguay en Montevideo, cuando le ganó todos los duelos a Nahitan Nández y, justo en el cierre, pierde por única vez y llega el gol local. Suficiente fue para volver a quemarlo en efigie.

En fin, detrás de estos detalles noto que hay una influencia de la opinión pública deportiva. No voy a descubrir yo que el juicio sobre el rendimiento de cualquier futbolista, dentro del ámbito de la Selección, está determinado muchas veces por el color de la camiseta al que se debe y/o representa el mismo. Estupiñán es denostado en perjuicio de futbolistas, de muy buen rendimiento en la escala local, reitero LOCAL, pero que responden a divisas populares y con impacto mayoritario. Planteadas así las cosas, no hay opción de debate serio.

Pervis Estupiñán costó 15 millones de euros al Villarreal. Recomiendo, con mucho afecto, a los directivos del Submarino Amarillo que la próxima vez que quieran comprar un jugador no apelen a su Secretaría Técnica o a sus Scouts. Una encuesta en Twitter Ecuador les resultaría más efectiva y no gastarían tanta plata. Háganme caso, caray.

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