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El Telégrafo
José Vales

Ser periodista y no morir en el intento

20 de diciembre de 2019 - 00:00

Con los años se ratifica que hay, por lo menos, dos clases de periodistas: los que trabajan de periodistas y los que son periodistas hasta cuando duermen. Los que trabajan para o con el poder y los que ejercen su oficio a prudente distancia del mismo, sin la más mínima protección de ninguna índole.

A estos últimos pertenecían los 49 trabajadores asesinados este año, según el último informe dado a conocer en días pasados por Reporteros Sin Fronteras. La mayor cifra en los últimos 16 años.

Siempre se la concibió como una profesión de riesgo, pero nunca antes en América Latina se pareció tanto como ahora a una profesión letal. A la cabeza de este sangriento ranking está México (como alguna vez lo estuvo Colombia); este año se reportó el asesinato de varios profesionales de la comunicación en la nación norteamericana.

Uno de ellos fue Mauricio Lezama, quien realizaba un documental sobre las víctimas del conflicto armado. No tuvo la suerte de otros periodistas familiares del poder que ostentan custodia policial las 24 horas (¿?) … “Fresco, hermano…”.

Víctimas por cumplir el código no escrito de una profesión esencial para el buen funcionamiento democrático y las garantías individuales. Pero no solo el narco, los corruptos o los bandos en pugna aparecen como los enemigos directos de los hombres y mujeres de prensa. Solo basta repasar la extinción de los equipos de investigación periodística y de cómo aquellos periodistas que “molestan”, cual moscas en una ceremonia, se quedan sin empleo o sin lugar donde escribir. Y eso equivale a morir un poco todos los días, para alguien que no trabaja de periodista sino que lo es las 24 horas.

Ante semejante panorama, los periodistas tienen doble labor. Seguir informando, seguir “molestando” y cuidarse el pellejo. Demasiada faena para salir airoso sin la ayuda, sin la complicidad de los receptores. Para revertir la situación, se necesitarían sociedades más responsables, que apoyen y fiscalicen y traten de pelear contra ese “cambio climático” para poner a salvo a una raza en extinción: los periodistas. (O)   

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