Para que una universidad se encuentre a la vanguardia se requiere que sus miembros (profesores, autoridades, estudiantes, personal administrativo y de servicios) tengan una formación integral en los aspectos corporal, emocional, intelectual, ético, moral y espiritual; una visión epistemológica del mundo desde el pensamiento complejo, sistematizado por Edgar Morin y también por Peter Senge; que se encuentre actualizada con los avances científicos, tecnológicos y administrativos para que pueda ser eficiente y eficaz; y, además, tener un compromiso con la salvación de la región, el país, la humanidad y el planeta. Lo mismo se debe exigir para la educación básica y el bachillerato.
De todos los elementos mencionados el más atrasado en todo el sistema educativo, incluida la universidad ecuatoriana, es su visión epistemológica de percibir la realidad. Su sistema de pensamiento se encuentra todavía anclado en el pensamiento de Renato Descartes e Isaac Newton con su análisis, crítica y método de investigación científico clásico. Lo que Einstein pensaba sobre el siglo XX todavía se puede decir sobre el presente siglo: “En el siglo XX todo ha cambiado, menos nuestra forma de pensar”. Lo que trae como consecuencia la falta de una visión integrada de la ciencia y de la vida.
Como decía Manuel Agustín Aguirre: “Vemos el mundo por el ojo de una aguja; vemos el árbol, pero no el bosque”. Vemos una parte, pero no integramos el todo, con nefastas consecuencias en la comprensión y solución de los problemas de la vida en las diversas profesiones.
Anuncian hacer una revolución en la educación, transformaciones profundas, pero los cambios se sitúan en lo exterior, en la forma: pintura, remodelacion, nuevos edificios y laboratorios, desburocratización, utilización de internet. Einstein decía: “Es más fácil destruir un átomo que una creencia”. Es hora de comenzar el cambio de las creencias, de nuestra forma de pensar. (O)
