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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Pederastas con sotana

21 de abril de 2018 - 00:00

Un hombre valiente, de más de 50 años, ha tenido el arrojo de salir a los medios de comunicación para acusar de supuestas violaciones a un sacerdote, en Cuenca, cuando la víctima apenas fuera un niño. En su declaración en un espacio comunicativo televisivo, que ha hecho un magnífico seguimiento a este tema, ha señalado que esta decisión la tomó porque no tuvo ningún resultado una denuncia que hiciera en Fiscalía. Esta situación ha afectado profundamente su vida y la de muchos otros niños, pues, según sus afirmaciones, este sacerdote tenía esta práctica sistemática con innumerables niños.

La pedofilia y la pederastia son catalogados como trastornos de la inclinación sexual por la Asociación Americana de Psiquiatría.

Mientras la pedofilia se refiere a la atracción sexual que estos sujetos sienten por niños o niñas prepúberes, y que permanece a nivel fantasioso, la pederastia es el cometimiento de abusos sexuales a menores. Como sabemos, esto acarrea consecuencias de por vida para los infantes, que son muy difíciles de superar. Los victimarios son conscientes de los delitos que cometen y por ello utilizan estrategias para su impunidad. Por ejemplo, en las declaraciones que hiciera este valeroso señor, ha manifestado que el sacerdote afectaba a niños pobres de su entorno educativo y que les daba becas para asegurar una cierta lealtad de ellos y sus familias.

Estas denuncias deben ser investigadas por la justicia, pues estos delitos no prescriben. Al parecer, el prestigio, los recursos y el poder que este sacerdote ostenta en la ciudad de Cuenca han impedido que las denuncias sean investigadas en su momento. Esto mismo, aunado a la vergüenza y culpabilidad que sienten las víctimas, habría llevado a un silencio de décadas sobre estas atrocidades, que circulaban como rumores en la sociedad cuencana. El sacerdote acusado es ahora un hombre mayor que se conoce está enfermo, pero esto no obsta para que se haga justicia y pague por sus culpas. Más aún cuando en las últimas festividades de conmemoración de fundación de la ciudad se pretendía otorgarle una presea de reconocimiento.

Los altísimos índices de abuso sexual en los centros educativos en el país, así como los ocurridos en los entornos oscuros de iglesias, baños públicos y domicilios, dan cuenta de una sociedad que pareciera ha naturalizado estas prácticas, descuidando la protección que debemos dar a nuestros niños y niñas. (O)

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