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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

Paz duradera para América Latina

27 de junio de 2016 - 00:00

Es un verdadero acontecimiento histórico para América Latina que en Colombia se haya logrado el acuerdo para la paz entre el gobierno y las FARC y que, además, todo el proceso de las conversaciones se haya desarrollado en Cuba.

Ha triunfado el pueblo colombiano, que supera medio siglo de un conflicto armado que si bien nació signado por la “guerra fría” derivó en un enfrentamiento sin salidas, en el que la imposibilidad del triunfo definitivo de las Fuerzas Armadas colombianas o de la guerrilla, creó las condiciones para que se involucren otras fuerzas motivadas por diversos intereses: el imperialismo, los paramilitares e incluso la delincuencia y el narcotráfico.

El camino hacia la paz ha sido saludado con alegría por la mayoría de la población nacional colombiana, aunque hay sectores que no admiten la solución. Por consiguiente, en el proceso de esa misma paz todavía hay riesgos, sobre todo si se considera la anterior experiencia histórica con el M-19, que entregó las armas en 1990 y, sin embargo, enseguida comenzaron las venganzas que provocaron miles de asesinatos de los exguerrilleros e incluso la de Carlos Pizarro, el famoso comandante de aquella organización, que fue disparado en un avión cuando se trasladaba en campaña para la presidencia de la república, como candidato del ya legalizado Alianza Democrática M-19.

Para América Latina, la cesación de las hostilidades entre el Estado colombiano y las FARC es igualmente un motivo de alegría y satisfacción. Además por el hecho de que ha sido Cuba la que salvaguardó las conversaciones, brindando el marco efectivo para su culminación. Debe subrayarse, adicionalmente, que ha quedado demostrado que los problemas latinoamericanos competen a los latinoamericanos y que es América Latina la que ofrece el marco responsable, soberano y digno, por haberse proclamado región de paz y haber desechado las injerencias imperialistas.

Como Estado fronterizo, Ecuador también tiene un desafío en las relaciones con Colombia una vez alcanzada la paz, porque igualmente tiene experiencias históricas con poblaciones desplazadas y probablemente deba atender nuevos flujos migratorios. El marco de la Constitución de 2008 felizmente permite que el país comprenda la necesaria integración y la apertura a la convivencia internacional con el ideal de una Latinoamérica unida por los ideales de la paz y la justicia social.

El contraste frente a la esperanzadora situación que crea la experiencia colombiana actual se halla, en cambio, en la OEA, donde su Secretario General ha persistido en obtener la aplicación de la Carta Democrática contra Venezuela, ubicándose, de este modo, en una posición contraria al latinoamericanismo e identificada con los intereses injerencistas extraños a la región.

Frente a ese posicionamiento de ruptura contra América Latina, sigue vigente la necesidad de fortalecer las organizaciones latinoamericanistas como la Celac o Unasur, aunque las circunstancias actuales parezcan debilitarlas, porque son las únicas entidades que encarnan los ideales históricos de la unión. (O)

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