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El Telégrafo

Patiño, Gadafi y lo mejor del silencio

26 de agosto de 2011 - 00:00

No hay nada más frustrante que la política internacional impartida desde cancillería. El mundo se acordó del totalitarismo libio hace cinco meses. Gadafi está a la cabeza de Libia desde 1969, y desde entonces el mundo occidental ha lucrado de este país. Sí, canciller Patiño, seguramente lo único que quieren los países de la OTAN y los EE.UU. es poder comprar petróleo barato de los rebeldes victoriosos de esta revolución. Y la doble moral que se pregona desde Europa es aterradoramente cotidiana: lo que alguna vez fueron eufóricos saludos de Sarkozy y palmaditas en la espalda, ahora se ha convertido en una aviación atrozmente efectiva. Concuerdo, como en pocas ocasiones, con el canciller Patiño.

Pero de ahí a poner las manos al fuego por Gadafi es ir muy lejos. Comenzando porque 40 años en el poder no se consiguen a través de las urnas. Entonces, decir que defendemos la soberanía y la autodeterminación, es decir que lo hacemos a costa de la democracia. No es por una confrontación justa. La guerra no es justa, y menos cuando se da dentro de un Estado. No es porque, con la ayuda de la OTAN, los rebeldes están “cargados”. Es porque, mientras más dure, más mueren. Por el momento no es cuestión de petróleo; es cuestión de vidas. Y porque bajo el mismo concepto, aquel de un país que vela por el Sumak Kawsay, no resulta convincente apoyar regímenes excéntricos y totalitarios.

¿Por qué, entonces, canciller Patiño, mientras usted condena la actitud de la comunidad internacional, mientras nos habla sobre la incapacidad de la ONU de mantener la paz y la justicia en el mundo (con lo cual estoy totalmente de acuerdo), nosotros tenemos como uno de nuestros principales aliados a Irán? Irán, donde su presidente Ahmadinejad acaba de llamar a la erradicación de Israel (por enésima vez). ¿Por qué pedimos préstamos a China? China, un país donde la violación a los derechos humanos, el autoritarismo y la represión han sido casi olvidados por ser un monstruo económico y los increíbles bajos costos que resultan de la maquila. ¿Por qué? Porque está dentro de nuestros intereses (aunque no sé qué intereses podríamos tener en Irán, aparte de un seudoideologismo).

¿Se da cuenta, Sr. Patiño? Nosotros también velamos por nuestros intereses. Está bien hacer política con ideología, pero se debe ser consecuente en todo su espectro. Y aunque nuestro apoyo no hubiera supuesto réditos del pastel que ya es repartido por los rebeldes libios, el silencio también era una posición aceptable. Y menos frustrante.

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