A los 9 años de edad aprendía de memoria, con punto y coma, grandes textos para participar en los concursos de composición que se organizaban en fechas especiales. A los 10 años, gracias a mi buena caligrafía, aprendida de mi profesora, Isabel Mancheno, registraba los bautizos, matrimonios y defunciones en Archidona. Allí pasaba mis vacaciones y mi padrino, el sacerdote italiano Luis Rizzo, me permitió escribir esos acontecimientos.
Luego de leer en un periódico el reportaje sobre la desaparición de una niña, en Quito, en 1977, no pude despegarme del caso y esperaba con ansia la siguiente información hasta que la menor apareció sin vida. Eso despertó en mí la pasión por la investigación del crimen y desde ese momento supe que mi vocación estaba en firme: ser abogada y detective, así sucedió al terminar mi bachillerato.
En el camino, también me gradué como actriz de cine y televisión. Y la hipnosis era otro de mis intereses, esa técnica la desarrollé y me sirvió mucho como investigadora de homicidios y de personas desaparecidas. Las ciencias forenses complementaron mi formación y me dieron la solvencia para resolver cientos de casos; luego, en mi desempeño como jurista, la justicia siempre primó.
En este espacio expondré, con objetividad, algunos puntos de vista para analizar de forma independiente diferentes hechos. Mi único interés es que sean ustedes, lectores, quienes saquen sus propias conclusiones y con ellas enriquezcan el debate espontáneo en una sociedad heterogénea como la nuestra.
La docencia universitaria en Ecuador y en Perú, que he ejercido a lo largo de más de 15 años, me da grandes satisfacciones y constituye el soporte de estas ideas que, espero, contribuyan a sus análisis. Viajar por el mundo ha sido la oportunidad para alimentar mi cultura y entender mejor el pasado, el presente y el futuro de la aldea global. (O)
