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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Pan para hoy, hambre para mañana

26 de abril de 2018 - 00:00

Según el refranero español, tenemos que ser conscientes de la inestabilidad de los bienes terrenales, ser precavidos y acumular lo necesario, no solo para el momento actual, sino también para el futuro inmediato y de largo plazo. Bueno, no lo fuimos por más de una década y despilfarramos nuestros bienes. Es verdad que, en muchos aspectos, nuestra infraestructura ecuatoriana: carreteras, hospitales, escuelas, edificios estatales, ornato de las ciudades y otros, superan lo que existe en países vecinos y aun de toda Latinoamérica, sin embargo lo hicimos en base de un terrible endeudamiento que nos tiene agobiados.

Pero si bien este simple refrán nos da una clara lección de filosofía popular, también presenta una crítica para aquellas medidas económicas que son soluciones de muy corto plazo. Y lamentablemente, esto significa, con igual toque de sabiduría coloquial: abrir un hueco para cerrar otro.   

Esta paremia debería también aplicarse a lo que está sucediendo ahora. Es incomprensible que los primeros meses de 2018 el gasto en consumo haya crecido, especialmente el gasto fiscal corriente, que de hecho es el que mantiene esta tendencia asimétrica con los postulados de ahorro y la actitud de dura reprimenda al endeudamiento del Gobierno anterior.

Y parece que no hay más salida en el futuro inmediato que seguirse endeudando, lo cual no puede continuar en forma indefinida, pues paulatinamente el riesgo país crece, su credibilidad crediticia decrece, las fuentes de ingreso no cambian o son nulas (como los ingresos por la preventa petrolera que fue realmente una forma de crédito solapado), las expectativas de cobro más efectivo de los impuestos son demasiado optimistas, de tal manera que, más temprano que tarde, las instituciones internacionales de crédito cerrarán el flujo de dinero al país y tendremos un colapso económico de catastróficas consecuencias, especialmente para los pobres y más vulnerables, a los cuales se les quiere aparentemente proteger.

En el pueblito de Puéllaro, donde me crié, se decía que comer carne o pollo hoy día, era privarse de leche y huevos mañana. Y eso que no fiábamos la comida. (O)

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