El último domingo, buena parte de Sudamérica se quedó a oscuras. Una falla en el sistema de interconexión eléctrica en algún lugar de Argentina dejó sin energía a este país, a Uruguay, a Paraguay y buena parte de Chile.
Por lo menos en Buenos Aires, muchas familias soportaron la falta de luz, de agua y una lluvia que anegó barrios y calles. Aún hoy nadie conoce las causas. Nadie sabe si se trató de una broma de mal gusto o si los ensayos del Apocalipsis ya arrancaron y a Mauricio Macri y a su contracara perfecta, Cristina Kirchner, nadie les avisó nada.
No obstante, esas 6 y 8 horas entre tinieblas fue una ocasión propicia para entender que los problemas energéticos van más allá del lago Titicaca. La tembladera en público de Ángela Merkel preocupó mucho. No solo por su estado de salud sino porque se asemejó mucho a la actual situación por la que atraviesa la Unión Europea, bajo la daga del Brexit.
Don Donald Trump ya puso la quinta velocidad hacia su reelección el año próximo prometiendo derrotar a la “izquierda” (¿What?), y las opciones políticas que aborrecen la migración y reivindican el fascismo en Europa o que buscan imitar a Jair Bolsonaro en Sudamérica se reproducen como hongos.
Después de que Macri invitara a su par brasileño a participar, por un instante, en la campaña, el último grito en ese sentido fue la foto que Máximo Kirchner, hijo de los expresidentes, se tomó con Santiago Cuneo, factótum del nacionalismo ramplón argentino. Así vamos por la vida. A oscuras y a tientas.
Tropezando con el oscurantismo por momentos, y con los mismos apellidos políticos y económicos de ayer, de hoy y de siempre o con las acostumbradas malas praxis por otros. Mirando azorados como todo se decide en otros terrenos que no son los nuestros.
Y si no, ahí están Rusia y China, listos ya para que Trump sobreviva en la Casa Blanca hasta 2024 y ahí recién dirimir el pleito. En tanto, nosotros seguimos esperando, siempre aferrados a la fe, que se haga la luz. (O)
