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El Telégrafo

Orden jurídico

21 de noviembre de 2011 - 00:00

Los grupos Contreras ”made in Ecuador”, en sus ataques al régimen, hacen alarde sobre un supuesto proceso dictatorial, acusando al gobernante Correa de acaparar poderes por encima del derecho y de las leyes.

Los que hablan o escriben con una carga de odio que enceguece, olvidan que en todas las constituciones del mundo se reconoce que el pueblo es el soberano mandante en cualquier nación y que un régimen nacido como expresión de ese pueblo, producto de la voluntad mayoritaria manifestada en las urnas a través del voto secreto, es la base sobre la que se sustenta cualquier democracia.

No sería nada raro ni anormal que en cada Estado, de los 200 que existen en la humanidad, hubiese 200 modalidades de regímenes con sus propias características, unos más o menos democráticos que otros, la casi totalidad si es que son producto de la autodeterminación.

Además de que la Constitución ecuatoriana fue sometida a un referéndum que recibió el apoyo del 80% de los electores y que Correa fue reelecto en la primera vuelta, su régimen ha participado con éxito en varios procesos electorales y en la última consulta ganó en todas las preguntas, por lo que no se puede hablar de concentración ilícita de poderes.

Que a los grupúsculos opositores les disguste o les afecte la actual forma de gobierno, solo toca decir como los muchachos: “salados”. Organicen sus grupúsculos, participen y ganen las elecciones de 2013 y hagan las cosas a su gusto, mientras tanto, traten de despojarse de tanto odio, maledicencia y propongan sus particulares visiones o aspiraciones, como decía mi amigo Andrés: “Pidan con confianza, que se les negará con cultura”.

O a lo mejor sin tanta cultura, porque las relaciones se han agrietado y cuando se siembran vientos huracanados por los insultos, las mediocridades y los pesimistas malos augurios, de seguro se cosechan tempestades, y de las fuertes.

Esos opositores llegan a culpar al régimen de ser el responsable de la extinción de los partidos políticos por haber combatido a la partidocracia cuando las lápidas en las respectivas sepulturas las colocaron, con o sin epitafio, los que todavía se dedican a la politiquería.

Lo que no se puede ni debe es mentir groseramente para tergiversar la realidad de que un gobierno legítimamente constituido asuma sus responsabilidades, a su modo y que, de sus actos, rinda cuentas al pueblo que, en definitiva, en 2013 dará su veredicto a favor o en contra de lo actuado dentro del orden jurídico.

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