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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Oportunista y sinvergüenza

03 de diciembre de 2018 - 00:00

Tal vez alguno debe sentirse aludido por este título, claro, solo si la conciencia le traiciona y porque haya sacado provecho de situaciones, perjudicando a terceros y en más de una ocasión.

Una estudiante universitaria, Sara Velástegui, denunció en su red social presuntos actos de corrupción suscitados en la Universidad Técnica de Ambato. “Oportunista” y “sinvergüenza” son palabras que ella habría utilizado en su post y por aquella queja la sentenciaron a 40 días de cárcel que ya fueron indultados.

Pedir que autoridades de altos cargos en gobierno o instituciones públicas rindan cuentas es visto como persecución, infamia, “campaña de desprestigio”. Es aquel discurso prostituido ¿del que teme rendir cuentas? que quedó instaurado desde el Gobierno pasado.

Suelen decir los implicados en corrupción: “Se trata de persecución política”. Estos crean fantasmas y enemigos para legitimar una postura (no importa si canallesca) o tapar alguna mentirijilla... es la enseñanza que dejó “la década pasada”. Dicen que el antídoto para una intoxicación debe ser aplicado el doble de tiempo que estuvo presente el veneno.

El correato nos heredó nuevas prácticas corruptoides, pero más muertas de hambre y descaradas que las que practica la derecha. Asoma una nueva forma deshonesta de hacer política, astutamente corrupta.

Se asume la posición de víctima que se contagia a todos los siervos, pero poco se habla de los hechos en sí de los cuales se les acusa.

Las excusas y el enojo son tan grandes como el tamaño de la acusación. Tal como podría suceder en las relaciones interpersonales cuando se sospecha que uno engaña al otro. Muy común es que, ante cualquier presunción de engaño, que en el peor de los casos es real, el otro reaccionaría con indignación por habérsele acusado así.

Estas reacciones pueriles que se dan en lo íntimo y que son sublimadas en la política, nos dicen que no basta prepararse académicamente o ejerciendo militancias, sino emocionalmente para no actuar con tanta idiocia. (O)

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