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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Machos de siempre o nuevas masculinidades

21 de julio de 2018 - 00:00

La masculinidad, igual que la feminidad, es una construcción social. Esto significa que no están determinadas biológicamente, sino que cambian de acuerdo a diferentes momentos históricos, lugares, culturas, cotidianidad. Entonces, la premisa de Beauvoir de que las mujeres no nacen, sino se hacen, se cumple también para los hombres.

Si bien se reconoce que ha habido una masculinidad hegemónica, es decir una forma dominante como los hombres se constituyen en tales, culturalmente; también se acepta que hay transformaciones de la misma que ha llevado a una crisis de masculinidad, y la constitución de nuevas masculinidades, en plural.

El machismo ha sido definido como un culto a la virilidad, e implica un conjunto de prácticas de dominio y opresión hacia las mujeres, pero que tienen consecuencias negativas para los propios hombres. No se trata de desconocer que hombres y mujeres somos diferentes biológicamente; sino de que esas diferencias biológicas han dado lugar a jerarquías sociales, que terminan en violencia, y relaciones inequitativas.

No obstante, los enfoques que ven a los hombres como los poderosos y violentos y las mujeres como víctimas pasivas, están siendo superados por perspectivas más complejas, precisamente a través de plantear las nuevas masculinidades, que están atravesadas también por categorías como clase, etnia, edad, identidad sexual.

La iniciativa de incluir la perspectiva de relaciones de género en los programas de estudio en colegios es insoslayable. Los chicos y chicas necesitan entender que hoy, esas relaciones están transformándose y deben hacerlo aceleradamente a favor de la equidad y de una vida libre de violencia. Quienes se oponen a esto, quizás lo hacen desde el desconocimiento, porque suponen que va a implicar que estos estudios traten de cambiar identidades sexuales o creencias religiosas. Esta es una visión errónea, desinformada o malintencionada.

Oponerse a que se incorporen estas perspectivas en los planes de estudio implica que continúe una construcción fija de una feminidad entendida como docilidad, servicio, y sacrificio; mientras que, paralelamente, implica mantener una masculinidad tradicional como el hombre proveedor, dominante, y violento. Pero ¿quién va a defender que nuestros hijos e hijas se mantengan en la rigidez de estereotipos tradicionales que están generando tanta violencia? (O)

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