El sector turístico, uno de los más grandes generadores de empleo formal, familiar, comunitario, campesino y la esperanza a futuro de producir grandes ingresos económicos una vez que el petróleo se haya acabado, crece a pasos agigantados, sustentado básicamente en nuevas y excelentes carreteras y la alta movilidad que hemos alcanzado gracias a la facilidad -y la manía- de adquirir carros, en especial nuevos.
Unos periodistas argentinos que recorrieron el país hace poco, gratamente sorprendidos me comentaban: “Ecuador es el país del carro nuevo”, y decepcionados complementaban: “y del pito… aquí todo mundo pita”. Toda esta vorágine de crecimiento turístico se sostiene en un andamiaje legal obsoleto, pero sobre todo impreciso y marginante.
Las leyes no dirimen con fijeza a las nuevas modalidades de servicios turísticos. Muchas furgonetas dicen ser un transporte turístico, pero realmente “pasajerean” en las carreteras para horror del transporte convencional que se mantiene como uno de los peores de Latinoamérica, que no innova ni se adapta a la modernidad y nuevas necesidades de transporte y pone todo tipo de trabas al crecimiento turístico.
Los artesanos ahora forman parte de la propuesta turística con una importancia jamás vista y en crecimiento. El póster de un chancho hornado siempre aparece como símbolo gastronómico de varias poblaciones que promocionan sus fiestas.
Las comunidades indígenas, casi en su totalidad, desarrollan propuestas turísticas, distanciadas del resto del sector.
Sin embargo, ni artesanos, ni campesinos, ni vendedoras de hornado, forman parte de las Cámaras de Turismo, gremios que se mantienen elitizados, con una estructura excluyente y achicando sus espacios frente a un crecimiento que no saben enfrentar, y en algunas ciudades ni siquiera entender, por lo que su extinción se anuncia con trompetas.
Ecuador debe reorganizar los gremios turísticos para dar cabida a nuevos actores y forjar nuevas vocerías, que expongan sus puntos de vista para tener una legislación que se ajuste a nuestra realidad y no a los presupuestos de los consultores.
Cuando tengamos dirigentes de la Asociación de Vendedoras de Hornado de la Sierra Central, la Asociación de Tagüeros de la Costa, la Asociación de Hospedajes Campesinos de los Andes, la Asociación de Operadores de la Amazonía, etc., estaremos sentando las bases del nuevo turismo ecuatoriano. Hasta tanto, el crecimiento trastornado va rastrillando la escopeta que apunta en la cabeza a la gallina de los huevos de oro.
