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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Nuestro sistema operativo filosófico

03 de diciembre de 2014 - 00:00

No sé si la mayoría, pero gran parte del liderazgo afroecuatoriano proviene de círculos de estudio marxistas, luego se tropezó con toda la literatura de la lucha por los derechos civiles y humanos en los Estados Unidos de América y aun las luchas anticolonialistas en África. Desde mediados de la década del 80, el maestro Juan García Salazar comienza sus cátedras sobre el territorio de las comunidades negras del Ecuador. A todo ese trabajo político se le denominó ‘Proceso’. Aquello que siempre se supo fue una realidad de consolidación de acciones comunes, las africanidades ecuatorianas y colombianas tenían más de parientes de casa colectiva que de amistad de camino, ni la raya (línea de frontera) remarca separación. Allá tienen problemas del territorio que incluye la minería destructiva, la migración forzada, la pobreza por necesidades básicas insatisfechas con un adicional terrible: la violencia.

El Proceso fue una respuesta política al descalabro social en el territorio del norte provincial de Esmeraldas, se incluía la elocuencia (o narrativa) cultural, filosófica y social desde los inicios de la llegada de los ancestros hasta este miércoles de diciembre. El Proceso obligó a desaprender para aprender que el territorio es algo físico, pero asimismo una construcción cultural. Malcolm X había señalado que todas las revoluciones se hacen por el territorio (él dijo por la ‘tierra’, pero es sinónimo), o al menos la mayoría, la mexicana, la rusa, la china, la cubana, por ejemplo. “Sin territorio no hay cultura”, se decía en eso que ahora se llama ‘apalencamiento’ o reuniones de debate comunitario.

El territorio, sin importar su cantidad y calidad física, es el productor de filosofía. Ahí tienen valor y precio el tiempo, las cosas de lo humano y lo divino (el conjunto de la espiritualidad). Es el continuo retorno a las preguntas: “¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?”. El maestro García Salazar, sin hacer un dogma, se apoya en aquello que ha logrado apuntar del Abuelo Zenón, que habiendo sido una individualidad  parecería ser una voz colectiva de la Comunidad Negra del Ecuador (y de América), y eso es lo esencial, no se trata de recrearse o enamorarse del personaje, sino aprender (o desaprender lo mal aprendido), practicar y aplicar su sabiduría. O volver al lugar común: “sin teoría revolucionaria no hay revolución”. Sin pensamiento político no hay práctica política, ni se comprendería qué es el territorio ni las eternas preguntas de la filosofía.

Para el Abuelo Zenón es: “La esencia misma de este territorio región del Pacífico somos nosotros, los pueblos ancestrales de origen africano y los pueblos indios”. Esa es la parte antropológica o la física de cultura y sentimiento. La temporal: “El ayer era el tiempo cuando se construía el futuro con base en lo que necesitábamos ser como Pueblo (Afroecuatoriano, JM). El ayer, visto desde el ahora, es lo que dejamos de ser”. Este es nuestro propio Ubuntu.

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