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El Telégrafo
José Velásquez

Nuestro Muro de Berlín

11 de noviembre de 2019 - 00:00

El 30 septiembre de 1989 miles de alemanes orientales fugaban en tren hacia occidente y cientos de checoslovacos se refugiaban en la embajada de la Alemania Occidental en Praga. La gente huía de la pobreza y la rigidez política. Era la víspera del cisma.

Ese mismo día, al otro lado del mundo, el presidente ecuatoriano Rodrigo Borja dispuso el estado de emergencia del sector petrolero debido a una huelga de trabajadores. Pero se venía un reto mayor. Por esos días, una buena parte de la población se sentía tan invadida como los alemanes de la postguerra y el malestar crecía en silencio.

El modelo implantado al otro lado de la Cortina de Hierro no se sostenía más. El último líder de la extinta Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, visitó Alemania Oriental y al atestiguar la fractura asumió su lugar en la historia. Pocos días después cayó el Muro de Berlín y trajo consigo la reunificación alemana.

Este 9 de noviembre se celebraron los 30 años del nacimiento de una nueva Europa. En Ecuador en cambio, el aniversario importante es en junio del próximo año, cuando se cumplan las tres décadas del gran levantamiento indígena.

Se reunieron, se tomaron simbólicamente la Iglesia de Santo Domingo y avanzaron en una “marcha por la vida”. El gobierno de Borja desperdició la oportunidad de empezar a derrumbar nuestro propio muro.

Los posteriores levantamientos se fueron desgastando como medidas de reivindicación y se convirtieron en atentados contra la democracia.

Ante la sordera se imponía el monólogo. Uno lee la propuesta económica de la Conaie y es notorio que han sido desconectados de la realidad nacional.

El Muro de Berlín se vino al suelo en cuestión de horas luego de que se abrieron los permisos para viajar entre las dos Alemanias. Si aquí viajáramos sin miedo hacia y desde la cosmovisión campesina, seríamos un solo país.

Nuestro muro es el regionalismo, el clasismo y el racismo. Y lo seguimos levantando todos los días, con odio e ignorancia. Y lo hacemos desde ambos lados.

Si queremos refundar Ecuador, como lo hizo Alemania, debemos entendernos mejor y bosquejar un proyecto de país en el que podamos participar formal y sostenidamente y sin discrimen.

Necesitamos urgentemente las dos políticas transformadoras de Gorvachov: la Perestroika (reestructuración) y el Glásnot (transparencia).

Porque el socialismo no cayó con el muro, sino que se reinventó. Y nosotros necesitamos reinventarnos también. (O) 

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