Es correcto que empecemos a discernir cuándo se trata de violencia y cuándo es nada más que la simple convivencia entre seres humanos. Así es, las relaciones entre nosotras las personas es artera y con un grado de agresividad. Lo vivimos a diario al insultar al conductor de al lado, cuando discutimos entre amigos y familiares, o en algún cruce de palabras con completos desconocidos en vivo o en redes sociales.
Sin embargo, demos el estatuto de violencia cuando se afecta al otro en su integridad, a sus derechos y lo más preciado, a su vida.
En vista de esta pequeña precisión conceptual, viviendo diariamente una delincuencia sagaz y asesinatos impíos, podemos afirmar con fuerza que nuestra sociedad es muy violenta.
La cosa no se resuelve tan fácil y aquí viene la propuesta problemática: está muy lejos de resolverse.
No hay ninguna otra manera de resolver nuestra sociedad violenta, en aumento, si no mejora el sistema penitenciario, la eficacia policial en todo aspecto y sin erradicar cualquier corrupción dentro de la justicia. Pero siempre habrá algún resquicio por donde se cuele lo podrido. No quiero ser mal agüero y me gustaría equivocarme con esto.
Aún, los ciudadanos estamos muy plácidos… vemos noticias atroces y luego seguimos comiendo el canguil, siendo los espectadores de nuestra propia desgracia.
Violento sería lo que algunos civiles ya han anunciado en varios portales digitales: que si autoridades no hacen nada pronto, se tomarán la justicia por su propia mano. Es algo que nadie debe atribuirse y que solamente debe estar en manos del Estado. De ese Estado del cual los “libertarios” erróneamente piden menos; es este pues, el que garantizaría la justicia y la seguridad a sus ciudadanos, no el mercado ni mucho menos uno de armas.
Nuestras relaciones pueden ser hostiles, mas no violentas. Entendamos a las primeras como necesarias para aprender a convivir y no terminar aislándonos unos de otros, y así evitar que el único encuentro posible con el otro sea violento. (O)