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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

El sueño de Bobbio

04 de septiembre de 2018 - 00:00

Hace pocos días, mis queridos socios y amigos, Juan José Alencastro y Christian Gallo, trataron de persuadirme para que escribiera un cuento sobre un sueño que tuve hace algunas semanas. Les dije que no me parecía material suficiente para un cuento. Sin embargo, consideré que hablar sobre ello podía ser material para una columna (en donde la ficción no es, en general, oportuna).

Cuando estaba en la universidad, cursando jurisprudencia, leí un artículo de Norberto Bobbio (“La regla de mayoría: límites y aporías”). Muchos años después sigo leyendo asiduamente los escritos bobbianos de teoría del derecho y de la política. Si tuviera que elegir a alguien que haya influido en mí de una manera tan profunda (sin haberlo conocido), ese sería Norberto Bobbio. Algunos de mis trabajos académicos han sido dedicados a sus ideas y a su memoria y, de hecho, otros vienen en camino.

Semanas atrás, en una conversación cualquiera, Juan José y Christian se reían al escuchar que la noche anterior había soñado que conversaba con Bobbio, libreta en mano, sobre varias de sus ideas y teorías. En el sueño, Bobbio me instaba a seguir leyéndolo, a seguir practicando un “sano positivismo metodológico” y a difundir su pensamiento. Por supuesto, yo le decía que entre los teóricos del derecho y de la política que habían estudiado su obra, yo no era sino un modesto aficionado, de modo que no podía cumplir con semejante tarea. Bobbio me animaba a no desfallecer y a creer más en mí mismo y en mis capacidades. Al final, me despedía de él agradeciéndole por sus palabras.

Al escribir esto siento algo de vergüenza, pues me parece que hay, al menos, dos lecturas posibles de mi historia. En la primera, un ego desmedido me empujaría a creerme continuador de una obra que no puedo siquiera emular. En la segunda, mis inseguridades acerca de mis posibles limitadas capacidades salen a la luz. Por supuesto, yo no querría que ninguna de las dos lecturas sea tomada demasiado en serio. De todos modos, la interpretación de los sueños hoy suena a puro pensamiento místico (el propio psicoanálisis ha sufrido ataques por sus vetustos y especulativos métodos). Es más probable que se trate –siendo caritativo conmigo mismo– de la confirmación de un pensamiento recurrente, de mi admiración por alguien de quien he aprendido mucho.

Escribo estas líneas movido por una especie de deuda amical. Juan José y Christian me habían dicho que una historia algo delirante como esta debía quedar plasmada de algún modo en el papel. Yo, sinceramente, no sé si el lector de este Diario la encontrará, quizás, banal o innecesaria. Pero por los amigos hay que estar dispuesto a hacer ciertas cosas, incluso a riesgo de quedar algo expuesto. “La patria son los amigos, creo que lo decía Borges”, le dije a Christian el día aquel. Él me corrigió: “esa no es una frase de Borges, es de Bryce Echenique”. Y completó: “además, Borges no podía usarla en plural, solo era amigo de Bioy Casares”. La patria son los amigos, en efecto. (O)

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