Leí el otro día que, desde una perspectiva evolutiva, el gusto que tenemos respecto el dulce se relaciona a una rica fuente de energía. Así, por ejemplo, para sobrevivir en los peores momentos cuando no había sustento, encontrar un panal de abejas suponía la gloria misma. Daría igual, medio kilo, un kilo, lo que se necesitaba era comer todo ese azúcar para almacenarlo en forma de grasa, y por ende soportar esos duros momentos sin comida.
Sin embargo, el problema aparece hoy cuando ese registro evolutivo, se hace presente y sigue buscando azúcar, pero en un entorno que ha cambiado, en donde posiblemente no sea necesario sobrevivir, sino escoger bien para poder vivir. Es decir, ahora no necesitamos sobrevivir, pero buscamos azúcar.
Luego de leer esto, fui a buscar en el velador donde mi madre esconde los chocolates, y me comí uno. No tenía hambre. Ni quería decidir si lo necesitaba o no, peor aún si ese manicho me serviría para sobrevivir. Después viendo las noticias observé: a) unos que piden constituyente porque es lo único que nos salvará a pesar de que lo mismo dijimos en 2008 y 300 años dijeron iba a durar; b) otros que proponen una consulta popular, después de que hemos votado varias y nuevamente pasa a ser la fórmula devota para solucionar todos los problemas del país; c) Eliminar el CPPCS porque la institución es la que se equivocó por sí misma; y d) cambiar la Asamblea para que ya no sea unicameral sino ahora bicameral para mejorar el parlamento.
Reflexioné, es como el dulce, respuestas de azúcar que se buscan brindar porque creemos que tenemos que sobrevivir y nos darán inmediato placer sin que decidamos nuestro futuro realmente. Ello pasa con la institucionalidad de nuestro país, se dan respuestas de azúcar, parte de la política de parche a la cual estamos acostumbrados, y a la cual la clase política actual nos ha acostumbrado, sin tomar en cuenta cambios profundos que pasen por analizar la cultura política, la urgencia de recuperar valores políticos, las diversas causas de los problemas públicos, lo planes a largo plazo y la política de urgencia la cual hemos aceptado. ¿Qué preguntas realmente deberíamos plantearnos si queremos mejorar nuestra institucionalidad, más allá del parche de azúcar? ¿Funciona el estado central? ¿Podemos hacer un nuevo pacto social? ¿tendremos la valentía de ser diabéticos para construir procesos y no personas, un país republicano y no un partido, un colectivo y no un mesías?
