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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

No soy artista, pero sí un engañado

15 de julio de 2019 - 00:00

Hace apenas un lunes, siete días atrás, una escurridiza errata se coló en la versión impresa del editorial que, gracias al espacio que Diario El Telégrafo me brinda, comparto semanalmente.

Quien pudo leer el Diario en papel y tal vez alguien por un momento la versión digital, recordará que la columna comenzaba: “A los grandes artistas suelen engañarnos”. Aquella vocal “A”, perfecta, equilátera y primogénita, saltó juguetonamente de algún teclado, pero no del mío. Nos dimos cuenta rápido y arreglamos el texto en la web, sin embargo, ya era muy tarde para corregir el impreso.
Me disculpo con los pacientes lectores que siguen esta columna y con los artistas, quienes bien pudieron haberse preguntado “¿qué se cree este pesado?”.

Debía comenzar, aunque la idea ha de estar casi captada, “los grandes artistas suelen engañarnos”. Recalco que yo no soy un artista, mucho menos uno grande, solo soy un engañado más como todos.

Pero tampoco únicamente los grandes artistas son los que suelen engañarnos, sino también los verdaderos criminales, los pillos, sociópatas y malos políticos. La diferencia es que los primeros se sirven de la ética, la belleza, de lo político y lo humano; y los segundos de la maldad, la codicia, de la ignorancia… desde el sillón del carisma.

¿Seré un engañado más cuando camino por la ciudad pensando en que nada me va a ocurrir? ¿o al creer que no todo está perdido en nuestro país en materias económica, social o de seguridad?

Pero sí ha sido muy fácil entrar a un restaurante, donde unas cuantas señoras juegan naipes en el cafecito de la tarde y despojarlas de sus pertenencias, incluso, sin tener que mostrar el arma.

Esta máquina que es la sociedad, donde todos seguimos ciertos estándares para que medio funcione, nos está demostrando que, como lo estamos llevando algunos no es la vía más segura para nosotros, porque somos esclavos de los delincuentes que tienen poder o los que tienen las armas… condenándonos a vivir engañados por ley.
Nos sinceramos o nos hundimos. (O) 

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