El jueves 24 de mayo, el presidente Lenín Moreno presentó su informe a la nación. Habló de la deuda y la corrupción heredadas. Pero lo más interesante de su discurso fue confesar su vocación institucionalista. El Mandatario dijo: “No quiero ser el mejor Presidente de la historia, no me interesa, lo que quiero es que nuestras instituciones sean las mejores de la historia”. ¿Qué es eso de tener mejores instituciones que mandatarios?
Jean Monnet, uno de los padres de la integración europea decía: “Los hombres pasan, las instituciones quedan”. Si las personas, hombres y mujeres en sentido general, transitan por la vida institucional de los países, su verdadero aporte consistiría en abonar a la estabilidad y solidez de las instituciones públicas que heredarán las generaciones futuras.
La contribución histórica de los gobernantes frente a sus democracias consiste en fortalecer a las instituciones que se quedan, que permanecen, e independizarlas de las personas que perecen.
La democracia ecuatoriana se organiza en un sistema de instituciones republicanas. Esto significa que las personas que ostentan su poder pueden conservarlo brevemente y por un tiempo limitado, que están obligados a alternarse y que deben rendir cuentas por sus acciones.
Significa que deben competir por el poder en procesos libres, transparentes y universales, que deben convivir en la vida pública con personas distintas y que están obligadas a respetar las reglas de adopción de decisiones. Un sistema opuesto a este, donde los poderosos importan más que los procedimientos y donde las reglas de límites de la autoridad están condicionas al capricho de los gobernantes, es un sistema personalista.
Mientras los regímenes totalitarios se sostienen en sistemas clientelares, populistas y corruptos, los regímenes democráticos se sostienen en instituciones fuertes. El correísmo fue totalitario. ¿Cómo será recordada la era de Lenín Moreno? (O)
