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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

No quedará McDonald’s sobre Burger King

12 de septiembre de 2014 - 00:00

No quedará piedra sobre piedra, McDonald’s sobre Burger King, cuando este Gobierno termine con su frenesí de impuestos. Y es que el impuesto a la comida chatarra, ahora el impuesto a las franquicias que venden comida chatarra, no ha llegado sin sus detractores. Por lo general, las mismas caras y la misma tónica para criticar: amplias como el océano y profundas como un charco. Sí, la comida chatarra de las franquicias no es lo único que causa obesidad y diabetes. Sí, no acabará con todos los problemas de salud pública. Pero será importante entenderlo en un contexto más amplio.

La Organización Mundial de Salud (la OMS) ha recomendado el uso de políticas fiscales para influir el precio de la comida para promover la alimentación más saludable. Esto no significa que sea la fórmula mágica para eliminar los problemas de obesidad. La estructura impositiva utilizada para desestimular el consumo de otros productos, como el cigarrillo, no necesariamente funciona con los alimentos (el cigarrillo es una sustancia nociva, mientras que los alimentos son esenciales para vivir), por lo que la figura es más compleja. Sin embargo, estudios en Francia y Estados Unidos han demostrado que el impuesto puede resultar efectivo en individuos y en grupos sociales grandes. También se ha demostrado la importancia de complementar estos impuestos con subsidios a alimentos sanos.  

Por su parte, el Gobierno puede ser muchas cosas, pero no es tonto. No habría ningún incentivo político para llevar el impuesto a los comerciantes informales sin antes proponer una alternativa. El impuesto tiene un contenido de salud, pero también entra dentro de una retórica sobre el modelo económico liberal en el que nos hemos desarrollado. Y, por qué no, son recursos fiscales necesarios.   

Cada medida debe ser vista en un contexto más amplio. El impuesto sobre la comida chatarra no puede ser visto únicamente desde su particularidad: desde esa clase media naciente y esa clase alta que quiere sentirse en Miami que será afectada; desde la franquicia que será afectada; desde la transnacional que será afectada (¿?); desde el comerciante de carretilla que también “mete la comida en cacerolas de aceite usadas una y otra vez” con el agravante de carecer de cualquier tipo de control o registro sanitario.

El impuesto debe ser cuestionado desde su contexto: ¿Cómo será complementado el impuesto? ¿Habrá un subsidio a los alimentos sanos? ¿Habrá una capacitación y regulación de los comerciantes informales de comida chatarra? ¿Habrá programas de educación para cambiar los hábitos de consumo? ¿En qué programa transversal de salud pública se enmarca este impuesto? ¿Qué resultados se esperan, tanto en el área de salud como en el área económica, social o laboral?

Hay, por el momento, cierta línea lógica. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2011-2013 (donde se muestra que 6 de cada 10 adultos en Ecuador tiene sobrepeso) y el ‘semáforo’ en el etiquetado de los alimentos. El Ministerio tendrá que definir y explicitar cuáles son las líneas que vamos a seguir, tarea que todavía está pendiente.

En todo caso, si mañana deja de comer McDonald’s porque ahora resulta más caro, seguramente no se va a morir (de diabetes o un paro al corazón, por lo menos). Esperemos que la alternativa no sea regresar a la carretilla

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