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El Telégrafo
Xavier Lasso

No es su pueblo

17 de abril de 2018 - 00:00

Ambiente amargo, de dolor, muy gris y con esta maldita sensación de impotencia. El secuestro y asesinato de tres ecuatorianos, dos periodistas, Paul Rivas y Javier Ortega, y el conductor, apoyo imprescindible en cualquier misión informativa, Efraín Segarra, nos avienta a este rostro ya curtido, repleto de surcos por el ceño fruncido, que jamás descansa, en esta tensa relación que sostenemos con nuestro vecino del Norte.

No es su gente, tan cercana y por lo mismo tan querida; es su burguesía, su oligarquía y las corruptas instituciones levantadas para sostener una hipócrita vida política, que se dice democrática, pero que es profundamente violenta, sin respeto a la condición humana y al conjunto de principios, laboriosamente trabajados por la comunidad internacional, que no siempre se comprenden pero que demandan respeto cotidiano hasta que se metan en nuestra piel: los derechos humanos.

Ya es harto conocido que en Colombia asesinaron, simbólica y realmente en Jorge Eliécer Gaitán, 9 de abril de 1948, la salida democrática a sus diferencias.

Son 70 años de guerra civil, de unas élites que decidieron acabar a tiros al otro. Gaitán denunciaba con su accionar político, repleto de palabras radicales, las injustas estructuras de una sociedad que se había negado una necesaria revolución liberal, que separara Iglesia de Estado; que empezara una reforma sobre la tenencia de la tierra, concentrada precisamente en esa Iglesia; que velara por la seguridad de los trabajadores que se ampliaban con las formas más palpables del capitalismo. Las oligarquías le privaron a Colombia las vías del diálogo, esa oligarquía creyó que con balas el asunto se arreglaba; y ahí están; y ahí estamos.

Ya en marzo de 2008 tuvimos lo de Angostura, Uribe era el presidente y Santos su ministro de Defensa. Violaron nuestra soberanía, mintieron y encima quisieron imponer la idea, ante la comunidad latinoamericana, de que Ecuador era el responsable.

Éramos filo FARC, que no cuidábamos a propósito nuestra frontera. Hoy, con esa guerra que la siguen empujando hacia nuestro territorio, que para eso cuentan con el apoyo de Estados Unidos, vuelven a la carga y usan excusas banales, en boca del ahora presidente Santos: “el hecho ocurrió en Ecuador”, como queriéndonos decir que, otra vez, el problema es del otro. Cinismo terrible que aumenta la pesadez y el mal sabor de esta hora nacional.

No es su pueblo, gente de modales amables, de bella música, gran literatura. Es esa burguesía que destruyó su propio campo, para sembrarlo de cultivos que en Europa y Estados Unidos consumen bastante y pagan fortunas. Luego el ubicuo y perverso sistema financiero las blanquea. (I)

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