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El Telégrafo
Mariano Nespral

Los niños no viven en Hollywood

24 de julio de 2018 - 00:00

La llamada inteligencia emocional no se trata de ser buenos actores, de mirar a otro a los ojos –a la cámara– y expresarle con las palabras precisas lo que a uno le pasa internamente. Menos aún cuando nos encontramos en el terreno de la infancia. Los niños no viven en Hollywood, aunque a veces nos hablen en un lenguaje más propio de Netflix Kids que de recreo del colegio: “tú”, “maleta”, “refrigerador”, “Santa Claus”. Tampoco son adultos en miniatura, aunque a los grandes nos fascina cuando los niños actúan al modo de agrandaditos.

Hemos asistido en los últimos días a la trágica historia con final feliz que vivieron 12 niños y adolescentes con su joven entrenador al quedar atrapados en una cueva en Tailandia. Durante su recuperación se ha mantenido un estricto cuidado para no exponerlos a las cámaras. Incluso rechazando una invitación de la FIFA a asistir a la final de la Copa del Mundo. Respetando su buena intención, la invitación sobrevaloró la satisfacción por sobre la salud de estos chicos, sin considerar en profundidad los graves efectos psíquicos que seguramente generaron esos 17 días de temor a la muerte.

Trágica historia con final feliz. Rememora a la historia de los mineros chilenos pero ahora con niños en el centro de la escena. Será cuestión de tiempo para que esta historia se convierta en película de Hollywood. A partir de ese momento, la historia que recordaremos será la historia de la película, que probablemente poco tenga que ver con la real tragedia psicológica que vivieron en esos días de oscuridad.

Los niños reales no viven en Hollywood. El hecho de que un niño nos deslumbre actuando como un adulto debería llamar nuestra atención. La inteligencia emocional en un niño –y también en un adulto– poco tiene que ver con la capacidad para poder encontrar las palabras precisas para expresar un estado interno. La niñez es todo ese tiempo que transcurre en el cual no estamos obligados a responder como adultos frente a la realidad. A los adultos nos toca acompañar ese proceso, que lógicamente implicará la incorporación de un nivel      creciente de obligaciones y renuncias por parte del niño, pero sabiendo que este proceso no está al servicio de los adultos. (O)

* Psicólogo especializado en infancia y adolescencia.

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