La creciente visibilidad de la niñez trans es uno de los temas que causa escozor en aquellos que ignoran, los sectores conservadores (religiosa, social y políticamente) o aquellos que pregonan la ignorancia. Es la dificultad de entender que el mundo es diferente a como ellos lo miran y que de hecho está cambiando para mejor.
Desde una visión adultocentrista se quiere bloquear o controlar esa realidad. Frases clisé como: a esa edad solo deben pensar en jugar, divertirse e imaginar. Pues no se equivocan, pero es exactamente lo que se pretende anular en esos niños y niñas cuando manifiestan su sentir. Hay quienes quieren determinar que la identidad trans de cualquiera debería comenzar en la edad adulta; o como extendiendo un favor, desde la adolescencia, etapa en que iniciamos la exploración sexual y sexualidad.
Pero se hace evidente que niños y niñas asimilan su sentir desde esa edad, con o sin reglas establecidas. Los niños quieren jugar, tener juguetes que les hagan imaginar o divertirse. Mientras el adultocentrismo en tanto, les impone el cómo. Desde el lado pedagógico, ayudarles en una construcción social positiva servirá mucho en su salud mental a futuro, como ya lo hacen muchos padres.
Partamos de la experiencia con la orientación sexual. Para los propios sectores tradicionales se ha impuesto una visión educativa heteronormada, que históricamente ha alimentado prejuicios, la autohomofobia de las personas (su negación), suicidios o crímenes de odio. Entonces, así vistan a los niños de azul y a las niñas de rosa, con roles de género incluidos, el tiempo se encargará de asimilarles su orientación sexual o su identidad de género. Sea más fémina o más viril; feminizado o masculinizada; en un cuerpo y una biología ajenos a su sentir; o con la plenitud de sus genitales. Nada será determinante, ni siquiera el dictamen social, la visión heteronormada, los prejuicios e imposiciones conservadores. Solo sirve informarse sin prejuicios para formar personas mentalmente sanas y amadas. (O)
