¿Estamos frente al umbral de otro fin de ciclo en América Latina? La pregunta es inevitable ante la situación que está atravesando, hoy, el pueblo de Nicaragua. Un entorno crítico ha envuelto en los últimos días al país y al gobierno del presidente Daniel Ortega, en lo que parece la repetición de escenas sacadas de otra película, un poco más al sur, pero con mucho más tensión y tiempo de rodaje. Estamos hablando, claro está, de Venezuela, que se ha tornado en un paradigma de cómo puede terminar un proceso político de carácter popular y progresista. Es el destino. El inevitable destino. Así lo dictamina la simpleza de miradas colectivas que ven -o le hacen ver- sólo dos cosas: autoritarismo y corrupción. Así de binario es el diagnóstico de ciertos sectores del poder, que como conclusión de lo que no hay que ser como sociedad, se lo trasladan a la población que, instantáneamente, repite el mismo argumento binario. La cuestión es un poquito más compleja, lo que no quita lo malo de un fenómeno que sin duda transita por esta doble senda.
Venezuela se ha convertido en ese espejo negro donde muchos países de la región evitan verse. Algunos por ideología. Otros para no cometer los mismos grasos errores. La ideología termina por imponerse a la hora de elegir un cambio de rumbo antes que esperar las correcciones y encarrilamiento de los procesos progresistas, como ha pasado en los últimos años en el Cono Sur. El discurso ideológico de la derecha opera bien en este sentido, y ante los desaguisados de su contraparte populista, el camino queda abierto para su regreso. En Venezuela la cuestión es más peliaguda de lo que, a priori, señala la ecuación del malestar social, pero en Nicaragua esto ha comenzado a emerger con fuerza, haciendo de este fantasma un hecho fáctico más que una sensación conspirativa.
La historia de Nicaragua se suma a la de toda Centroamérica. Una región atormentada como ninguna, entre ocupación, colonialismo, guerra civil, dictadura y neoliberalismo; y pese a todo esto, los pueblos que la habitan se han mantenido firmes. Nicaragua en la última década ha seguido la corriente de la ola bolivariana desde la asunción de Ortega en 2006, acoplándose con comodidad a ese nuevo proceso y marcando la agenda en esa parte del continente. (O)
